¡Hola! Aquí vuelvo un mes más con mi aportación a Adictos a la Escritura, esta vez haciendo un homenaje a los cien años del hundimiento del Titanic en el Atlántico Norte el 15 de abril de 1912.
¡Espero que os guste!
FINAL
El estrés y el miedo a morir se podían oler en los cuerpos inquietos de los que les rodeaban, ya no sólo oler el miedo o sentir que viajaba por el aire, lo podía sentir en cada empujón, codazo y grito cerca de su oído que recibía. El agua ya inundaba sus tobillos y no les dejaban subir a cubierta.
Notaba en sus cansados pies los pinchazos que le provocaba aquel agua tan helada del Norte, era insoportable, como si cientos de agujas se clavasen en su piel y luego se extendiese por todos sus pies.
Quería sacarlos, pero todo estaba lleno de agua y se había quitado las botas para no mojarlas. Eran las únicas que tenía y no podía permitirse el lujo de perderlas.
Michael Smith manoseaba entre sus manos su desgastada y gris gorra mientras miraba con preocupación el chaleco blanco salvavidas que había cogido de una lluvia de ellos que habían arrojado.
De pronto, unos fuertes gritos provenientes de las personas delante de él le sacaron de su letargo. Miró hacia adelante asustado y vio cómo trataban de echar abajo una reja que les impedía salir de la cubierta C. Los habían encerrado como a ratas mientras la primera clase embarcaba para salvar su vida. ¡Malditos cabrones ingleses!
No eran tontos. Sabían qué estaba pasando aunque no les dijeran nada, esa agua que pinchaba los dedos de sus pies era la prueba de ello. Y como cualquier pasajero de la primera clase, no querían morir, sólo querían una oportunidad para vivir. ¿Acaso hasta eso se lo iban a arrebatar?
- —¡Hijos de puta!—oyó en lo alto de la escalera, al pie de la reja-. ¡Déjenos salir!
La gente de su alrededor empezó a alborotarse y a empujar por salir de allí. Aquello se estaba poniendo feo, podrían morir en una avalancha humana.
- —¡No hay peligro!—exclamaba uno de los oficiales en un despectivo acento inglés—. Subirán a cubierta enseguida. Sólo dejen pasar a mujeres y niños.
Michael se volvió hacia la derecha, era el momento de que Mary se fuera, por lo menos ella podría salvarse y haría todo lo que pudiera para que ella pasase. Pero no la encontró ni a su izquierda ni a su derecha. Se dio la vuelta sobre sí mismo y no la encontró. Asustado, levantó la cabeza en su busca. La encontró, pero no estaba en el tumulto, sino apartada en una esquina mirándole triste.
Confuso, se acercó a su mujer y la abrazó. Seguramente estuviese nerviosa y necesitase un lugar para respirar mejor:
- —Querida, tienes que salir de aquí. Es el momento.
Vio que ella negaba con la cabeza, era la primera vez que la veía tan seria, pero a la vez tan relajada. La contempló embelesado, sus ojos azules le miraba seguros de algo que no alcanzaba a averiguar, la vio sonreír con aquella sonrisa que tanto amaba, a pesar de que los años la habían poblado de arrugas y sus dientes habían desaparecido. Ella por fin habló:
- —No me iré, Mike. No me iré a ninguna parte sin ti.
- —¿Pero qué dices, querida?—preguntó él confuso—. Los dos nos salvaremos, te lo prometo. Nos reuniremos con Emily y Michael en Nueva York.
- —Sabes que no será así—contestó ella sonriendo resignada—. Míranos, somos mayores, pobres e irlandeses, nada nos espera en el nuevo mundo. Nuestros hijos podrán seguir adelante sin tener que mandarnos cada mes lo que ganan para que vivamos.
- —No digas eso—le rogó él nervioso—. Sé que todo irá bien. Dios está con nosotros. ¡Vamos, sigue a las mujeres!
Ella no se movió. Se quedó allí parada, con ese salvavidas blanco que no se había ajustado al cuerpo negando con la cabeza. No supo por qué, pero él ya no sentía tantos deseos de salvarse, ni siquiera se preocupó por los empujones de otras personas que pasaban a su lado ni por las heladas aguas que ahora alcanzaban sus rodillas. Miró a su mujer y volvió a ver junto a él a la hermosa chica rubia que se acercaba a él vestida de blanco bajo una sencilla iglesia de pueblo católica. Ella sonreía como aquella chica y sintió que volvía a tener veinte años. ¿Acaso aquello sería el fin?
- —Recuerdo nuestra boda, Mike—empezó a hablar ella y pudo ver una lágrima recorrer su rostro—, recuerdo el día que me invitaste a bailar en aquel san Patricio de 1867, estabas tan guapo con aquella camisa de cuadros que te venía demasiado pequeña…—él se echó a reír sin darse cuenta y ella tomó su rostro entre sus manos—, luego recuerdo cuando viste a nuestros hijos por primera vez y te asustaste pensando que eran tan enclenques y feos como decías que eras tú—volvió a reírse, sintiendo que las lágrimas comenzaban a aflorar en sus ojos—. He tenido una vida maravillosa, Mike y lo mejor de ella es que ha sido junto a ti. Por eso, no quiero vivir en un mundo en el que no estés tú, me niego.
Michael miró a Mary y también se resignó. El sonido del griterío de los demás pasajeros de tercera clase era cada vez más alborotado y seguramente tirarían la verja abajo. Pero ya nada le importaba, era la hora de que Mary y él se reuniesen con el Todopoderoso. ¡Adiós Emily! ¡Adiós Michael!
Sin pensar en nada más, miró a los ojos a la mujer que amaba y la besó en los labios. Luego tiró sus botas al suelo y la tomó de la mano. Ella apoyó su menuda cabeza en su hombro y comenzaron a caminar a duras penas en dirección a su camarote, dejándose arrastrar por el movimiento frenético del barco. Los gritos desesperados de aquellas gentes se oyeron cada vez más y más lejos, hasta quedar ensordecidos después de que Michael cerrase la puerta. Ni siquiera se inmutó cuando el barco se quedó definitivamente a oscuras y todo él se sacudió con violencia.
FIN. Espero que os haya gustado mucho. Consideré interesante para mi aportación el punto de vista de unas personas que, sin duda, iban a morir en ese naufragio. Me ha llamado la atención a lo largo de la vida el amor de algunos matrimonios que han vivido toda la vida juntos y luego no son capaces de vivir el uno sin el otro.
Adoro Irlanda y sus maravillosas gentes, por ello, siempre que pueda les dedicaré un relato, siempre pensé que los pobres se llevaron la peor parte de la historia por ser una pobre y católica colonia británica.
Me encantó!!
ResponderEliminarY creo que no me equivoco si digo que es el primer relato que tiene como protagonistas a víctimas de la tercera clase.
Por un momento pensé que ibas a contar la historia de la pareja de ancianos que muere en su camarote, como ha hecho Elisa :-)
Besos!
Muy emotivo, casi me pongo a llorar. Repito nuevamente, que interesante ha resultado este proyecto, que nos está permitiendo ver el mundo de almas que iba dentro de ese coloso llamado Titanic.
ResponderEliminarUn gusto leerte como siempre!!
Besos
Muy hermosa historia de amor. ¿Sabes que cuando una pareja vive muchos años junta, terminan por parecerse físicamente?
ResponderEliminarQue bueno que no me perdí de tu relato. Gracias por tu sensibilidad. : Doña Ku
es precioso, me ha gustado mucho
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