martes, 22 de noviembre de 2011

Adictos a la escritura: El fragmento

¡Hola a todos! El proyecto de esta vez trata sobre un relato a raíz de un fragmento y yo he elegido el fragmento de una canción de mi grupo japonés favorito, busqué la traducción por Internet, pero tuve que reescribirlo porque parecía estar traducido por alguien que no sabe hablar español... Me ha quedado muy raro, es lo más raro que he escrito nunca, pero espero que os guste.
 
Bajo la superficie de esta escupida verdad, me río mostrando los dientes.
Ya no es algo tan nauseabundo al convertirse en hermoso.
Se vuelve loca de nuevo mi mente.”
The Gazette “The True Murderous Intent”
EXTASIS
No puedo evitar reírme ante el espejo que me muestra mi reflejo devolviéndome una sonrisa de burla dirigida exclusivamente a mí. No estaba ya segura si ese gesto lo estaba haciendo yo o mi reflejo se había convertido en un ser independiente de mí.

Pero esos ojos con unas marcadas ojeras de insomnio y enrojecidos por todas esas noches sin descanso y ese rostro empalidecido como si estuviese gravemente enferma eran míos. Esa mueca en el rostro también lo era, me reía de mí misma, algo absurdo, pero sin embargo, lo estaba haciendo.

Miré ahora la sustancia blanca que había conseguido hacía unas horas, después de hacer cosas de las que me arrepentía enormemente, pero la tenía y era toda para mí. No me importaba lo que me pasase, ni que mi reflejo siguiese parado sin perturbarse por mi movimiento y mucho menos que la habitación pareciese moverse más de lo común. Lo único que deseaba era hacer desaparecer esa terrible sensación en su interior y que esa maldita vocecita que me pedía que le diera cocaína se callase.

Me apoyé contra el lavabo y aspiré con rapidez la sustancia blanca. Me dolían las fosas nasales y sabía que tenía heridas, pero no me importaba y dejé notar el ardor de la droga pasando por mi nariz y ese ya conocido dolor en las sienes.

Volví a mirarme en el espejo más tranquila y más completa para enfrentarme con la mirada retadora de mi reflejo. Ahora era yo más fuerte y podía destruirla, ella seguía mirándome fijamente, recordándome aquella vez que dije que no iba a volver a consumir, mirándome con aquel gesto de desprecio y decepción que me recordaba a mis padres cuando volvía a recaer una y otra vez.

Le odiaba, odiaba esa mirada de desprecio, odiaba esa imagen destrozada que se parecía a mí, esa mirada apagada, esos brazos llenos de heridas por haberme autolesionado cuando no podía conseguir droga, esos hombros huesudos sobresaliendo por la camiseta de tirantes… Odiaba esa imagen débil y deprimida, esa no era yo y debía destruirla.

Después no supe qué me pasó pero me dejé llevar por una euforia sin causa e imprevista que me envolvió, disfrazada de una rabia tan fuerte que me cegó totalmente la razón. Sólo estábamos ella y yo, mi reflejo mirándome fijamente y yo que lo odiaba, sólo quería que esa cara de desprecio y de asco desapareciera de su rostro, sólo quería acabar con ella…

No recuerdo lo que hice a partir de ese momento, pero cuando volví en mí, mis manos sangraban y el espejo estaba destrozado. Me quedé contemplando mis manos, aterrada y me apresuré a lavármelas. Volví a mirar el espejo destrozado y, sin saber por qué, sonreí.

Nadie comprendería este sentimiento, nadie comprendería la paz que sentía y lo hermoso que me resultaba lo que acababa de hacer. Ahora me encontraba en paz conmigo misma y plena, todo volvía a estar bien. Había olvidado todo lo que me había preocupado anteriormente, parecía que el arranque de rabia anterior había conseguido apaciguar todo.

Sonreí tranquila. Me dolía la cabeza y comenzaba a sentirme mareada, pero la conocida sensación de energías renovadas me envolvía y deseaba comerme el mundo.

Así que, sin más, abrí la puerta del baño y me fui envuelta al sonido ambiental de la música de la discoteca donde la fiesta seguía sin mí sin importarme las heridas abiertas de mis manos que comenzaban a sangrar otra vez.

lunes, 31 de octubre de 2011

Adictos a la escritura: Especial Halloween

"Cuando los seres terroríficos actúan por su cuenta"

El terror recorrió mis venas cuando vi que ese hacha que llevaba el hombre vestido de leñador que creíamos que era un actor, era de verdad y que esa mancha roja era auténtica porque acababa de rebanarle la cabeza a un chico delante de mí. Teníamos que correr, eso no era ninguna broma, de verdad nos querían matar.
Mi mente no tenía tiempo de pensar que aquello no podía ser porque era la casa del terror del parque de atracciones de Madrid y que eran actores demasiado bien caracterizados. No, ese hombre acababa de matar a un chico y ahora nos miraba con aquella espantosa mueca con toda la intención de seguir con nosotros. Teníamos que correr.
Todo el grupo nos tiramos por el estrecho pasillo a correr. Ese hombre nos perseguía y teníamos que huir como fuera, tomé a mis dos amigas del brazo y empezamos a correr sin preocuparnos por nadie más.
Encabezábamos el grupo después de la muerte de ese chico y cuando torcimos a la esquina, nos encontramos con una imagen aterradora. Un horrendo y enorme payaso estaba allí esperándonos, mientras despedazaba el pequeño cuerpo de una chica joven con una afilada daga y ahora volvía la cabeza hacia nosotros. Su rostro enrojecido por la luz que había preparada para el ambiente marcaba sus ojeras y su horrendo maquillaje blanco. Me aterrorizaban los payasos desde niña y ese de ahí acababa de demostrarlo al mundo.
Se echó a reír con una voz aguda y estremecedora que heló cada punta de mi pelo. Quería huir de allí, ¿por qué no lo hice cuando me dieron la oportunidad de salir por la puerta de los arrepentidos?
El payaso se acercó a nosotros emitiendo sonidos que podrían ser graciosos en otra ocasión, pero en ese momento resultaba macabro. Se quedó mirándonos con una sonrisa perversa, se fijó en mis temblores y se rio más fuerte. Yo sería su víctima.
Me cogió de la camiseta y me levantó con fuerza para enfocar su mirada en la mía aterrorizándome, me iba a desmayar, no podía respirar, iba a morir de la forma que nunca hubiera querido. Vi la daga elevándose hacia mí…
Pero no ocurrió, alguien debió darle una patada y me soltó en gritos de dolor, dejándome tirada en el suelo. No esperé a más y seguí corriendo como podía, teníamos que salir de allí.
Corríamos por los pasillos y fuimos atacados por diversos personajes de terror. Freddy Krueger agarró a la última chica de nuestro grupo entre gritos y no supimos más, un par de locos atacaron a dos chicos con un cuchillo dejándolos en el suelo ensangrentados. La niña del exorcista agarró desde la cama donde se encontraba a otra persona y sólo lo supimos porque lo oímos gritar.
Mientras caminábamos notábamos que el suelo estaba pegajoso y casi no podíamos movernos, no quería mirar abajo, no quería saber. Pero una de mis amigas sí que se atrevió y gritó sin parar que el suelo estaba lleno de sangre.
Quería llorar mientras corría. No podía más, me faltaba el aire, el corazón me golpeaba con fuerza contra el pecho y la garganta la tenía tan seca que parecía que estaba tragando cartón. Quería salir, pero no encontraba la salida por ningún lado.
-          ¡La salida!gritó una chica detrás de mí y vi su dedo índice apuntando por el rabillo del ojo.
¡Íbamos a salvarnos!, sólo teníamos que cruzar ese último pasillo y estaríamos salvados. Ese último pasillo parecía que tenía carne colgada del techo y hacía mucho frío, sabía que trataba de emular el ambiente de un congelador de carne gigante donde un asesino antropófago esperaba a sus víctimas para comérselos.
De pronto, supe por qué, oímos el sonido mecánico de una sierra eléctrica a toda velocidad. ¡No! Teníamos que correr y salvarnos, no quedaba nada, ¡no podíamos morir!
Entonces hizo su aparición. El carnicero apareció y quería despedazarnos. Nos quedamos frente a la puerta sin poder pasar aterrorizados, nos estaba cortando el paso. Un grito nos alertó para seguir conscientes, acababa de arrancarle de cuajo el brazo derecho a la chica de antes con la sierra sin ningún miramiento y se reía de forma enajenada.
No podíamos pasar y la sierra mecánica iba a matarnos, sólo pude encogerme entre mis dos amigas y un chico que se había salvado hasta ahora y oír más alto y más fuerte la sierra que nos despedazaría y mataría…
-          ¡No!grité con fuerza y elevándome un poco.
Abrí los ojos y vi que estaba en mi cama y que mi hermana me miraba molesta desde la suya. Yo no paraba de respirar entrecortado y de llorar, había sido una pesadilla, pero había sido tan real…
-          Ya vale, estúpidaoí a mi hermana y me volví a ella. Si tanto miedo te da entrar en la casa del terror del parque de atracciones la noche de Halloween no vayas. No hace falta que me des la noche.
Después de eso, se volvió a acostar y yo me quedé mirando la nada sintiéndome estúpida por momentos. ¿Cómo me podía dar miedo que esa noche todos los actores se volvieran los asesinos que encarnaban? Era la cosa más tonta del mundo. Sin embargo, después de ese sueño, decidí que llamaría a mis amigas para decirles que estaba enferma y que no podía ir con ellas al día siguiente a la semana de las brujas.
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Ante todo, la idea desde el principio era no escribir un relato de terror, sino más bien de humor. El miedo no es mi mejor aliado a decir verdad jaja
En esa casa del terror, aunque me lo pasé en grande, fueron los minutos más estresantes de mi vida la verdad y cuando se me acercó un payaso casi me da un infarto. Nunca me han hecho mucha gracias esas cosas.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Proyecto Adictos a la escritura: La fotografía


BEATIFUL DAY
Aquel sería un día precioso para mí. Iba a cumplir los veintiún años por fin y salía con mis amigas a celebrarlo, ya no tendría que volver a oír que era menor de edad para entrar a los diferentes sitios y no me podrían impedir comprar tabaco o alcohol en las tiendas, era mayor de edad. Son curiosas estas restricciones de edad tan fuertes en Irlanda, cuando la gente bebe tantísimo y tan jóvenes, pero yo doy fe de que he podido beber con quince años sin necesidad de comprar.
Nos encontramos en la puerta del Temple Bar y no puedo evitar sentirme mayor y orgullosa por ello. Le muestro mi carnet al portero y con una media sonrisa me deja pasar con un “Feliz Cumpleaños, Susan Farrington” como añadido.
Nos encontramos en la penumbra de ese bar tan concurrido y logramos encontrar una mesa libre para las cuatro chicas que éramos. Había un músico al fondo tocando pero no le presté atención, ya que la cantidad de personas que había a su alrededor ocultaba su presencia. ¡Turistas!, pensé para mí, siempre son ellos los que vienen a Irlanda en busca de tabernas de este tipo, en lugar de conocer nuestros parques o monumentos.
Suspiré y fui en busca de las cervezas que todas queríamos en compañía de mi amiga Hannah. Cuando me pusieron las cuatro Guinness en la barra hasta rebasar el vaso, la miré sonriente. Era tan espesa y tan negra, con tanta cantidad que ya sólo beber dos podía marearte, me encantaba, sabía tantísimo a malta… ¡Cómo me gustaba ser mayor!
-          ¡Eh! Esa es Stand by me de Oasisoí a Hannah gritar a su lado.
Volví la cabeza en dirección a la música y la reconocí. Stand by me en versión acústica llegaba a mis oídos y se parecía tanto el sonido que pensé que eran ellos, entonces enfoqué la vista en dirección al único músico que la tocaba. Era un chico sentado en una banqueta acompañado de su guitarra acústica y un micrófono. Seguramente era unos años mayor que yo e iba vestido con camisas de cuadros azul y gris, unos pantalones negros que parecían raídos y unas converses. Me fijé más en él, no era guapo. Su cara de luna y su nariz demasiado grande no era de mi tipo, pero sus ojos azules y el tono de su voz era embriagante.
Tomé a Hannah de la mano y dejamos las cervezas en la mesa donde las demás estaban. Pero yo quería acercarme más y Hannah también parecía con esa intención, así que nos miramos y nos colocamos por donde pudimos para verle mejor.
Acerté al pensar que no era muy guapo, pero el aura que despedía era distinta, de músico, de esas auras que parece que ellos son los únicos que pueden alcanzar. Stand by me había terminado, pero rápidamente sonaron los primeros acordes de “Wake me up when September ends” de Green Day. Cantaba bien y tocaba también genial, podía seguir la canción que sus labios componían y dejaban marchar en forma de melodía. Era emocionante y de su estilo.
Ese chico ya llevaba tocando desde antes de que ellas entrasen en el bar, por lo que anunció que sería su última canción y comenzó a tocar los primeros acordes de “Beatiful Day” de U2, mi favorita de todas ellas.
Me emocioné. Él supo sacar la esencia de esa canción y tocarla a su estilo sin salirse de la característica música de U2. No pude evitar dar un salto de emoción y dejar peligrar el contenido de mi jarra sobre Hannah. Era realmente impresionante.
Sin embargo, acabó. Entre aplausos, el chico comenzó a recoger sus cosas, pero yo no podía dejarle ir, no después de esa versión de mi canción favorita salida de sus labios y manos.
Le dije a Hannah que volvía enseguida y me acerqué a él. Parecía distraído, por lo que no pudo darse cuenta de mi presencia hasta que estuve delante de él. Me miraba curioso y no le dio tiempo a decir nada:
-          ¡Hola! ¿Tomarías una cerveza conmigo? ¡Yo invito!dije sin pensar.
Él miró mi jarra de cerveza ya casi por la mitad y contestó sonriente:
-          Será un placer…
-          ¡Oh, perdón no me presenté!me apresuré a decir. Soy Susan Farrington.
-          Yo soy Sean O’Connellse presentó él dándome la mano.
Ese fue el comienzo de mi relación con Sean. Ese día bebimos, hablamos, nos reímos, bromeamos, nos besamos. Ya no me parecía feo, sino el hombre más interesante que había conocido nunca. Después hubo otras citas, otros encuentros más íntimos en los que cada día me enamoraba más de ese músico de “Beatiful Day”.
Él seguía tocando en bares, pero yo le acompañaba y me quedaba en una esquina de la barra de cualquier pub mirándole y pensando que, sin duda, aquel día fue un bonito día.
-          Y dedico esta canción a mi encantadora novia Susanoía a lo lejos la voz de Sean, antes de escuchar los primeros acordes de esa canción. Nuestra canción.
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¡Hola! Espero que hayáis pasado unas estupendas vacaciones de verano. 
Esta foto no recuerdo si la saqué yo o la sacó mi amiga, pero fue un verano que pasé estudiando en Dublin y tomando cervezas un fin de semana allí estaba ese chico tocando esas canciones antes mencionadas. No sé ni cómo se llamaba, ni qué hacía,sólo sé que tengo otra foto con él de frente y de verdad es como le describo. Me pareció interesante inventarme una historia para él.
Espero que esteis bien. ¡Un besito!

lunes, 11 de julio de 2011

Proyecto Adictos a la escritura

CUMPLEAÑOS DE MUERTE

Hoy es un día especial. Hoy cumplo un año, un año desde que morí. Lo sé, quizá no es una fecha muy alegre ni especial, pero en realidad sí lo es. Cumplir un año es importante, porque ya dejas de ser un recién llegado en el paraíso de los muertos y pasas a ser un miembro totalmente aceptado.
Mi madre adoptiva me peina en nuestra habitación. Es una preciosa mujer vestida con un traje de cortesana del siglo XV, creo que la corte de algún rey de Francia. Ella llevaba aquí muchísimo tiempo, me contó que ella murió por envenenamiento, por ello no había ninguna marca en su cuerpo blanco de muerte. Cuando llegué ya un año atrás, ella me adoptó, decía que en vida siempre había querido tener una niña a la que mimar y cuidar.
Ella me sonreía. Esta tan o más ilusionada que yo. Aún esperábamos impacientes a que todos los invitados viniesen. Esperaba impaciente.
-          Ya verás me decía madame Catherine emocionada. Será maravilloso, me acuerdo de cuándo fue mi primer cumpleaños como miembro del país de los muertos. ¡Es algo que nunca se olvida!
Yo iba a preguntarle qué fue lo que le había pasado, cuando de repente la puerta de nuestra habitación se abrió. Por ella, pasaron multitud de personas, miembros de la sociedad del país de los muertos en la que yo me encontraba que ya conocía y me habían aceptado.
Se acercó a mí Johnny, uno de mis amigos de aquí. Tenía mi misma edad, por ello conectamos enseguida. Era un niño que nació en México, pero que murió en la década de 1950 al tratar de escapar de la pobreza y cruzar la frontera con Estados Unidos, algunas marcas en sus muñecas de haberse cortado con los alambres que lo separaban de su libertad eran prueba de ello. Él me sonrió y me dio un abrazo felicitándome. Era realmente especial.
Detrás de él, se encontraba el portavoz de nuestra sociedad, un hombre de cuarenta años con una marca de un disparo en la cabeza, motivo de su muerte. Él también me sonrió y me entregó algo que reconocí enseguida:
-          ¡El medallón de mi madre! exclamé emocionada.
-          Fue una de las cosas con las que fuiste enterrada me explicó el hombre entregándomelo. Cuando ya cumples un año entre los muertos, has dejado de vagar entre la muerte y la vida y, entregándote esto, es el símbolo de que dejas a atrás la vida en la Tierra.
Yo sonreí y lo llevé a mi pecho con emoción. Creí que nunca volvería verlo en la vida. Era el mejor regalo que me podrían haber hecho.
Pero cuando vi que madame Catherine me contemplaba con una sonrisa cómplice que no se había ido con la entrega del medallón, supe que había algo más.
-          Además de este medallón proseguía nuestro líder sin apenas mirarme, también podrás hacer una cosa que sólo se te permitirá una vez. Podrás estar en el mundo de los vivos para ver a tus seres queridos una vez.
-          ¿De veras? pregunté emocionada. Era tan increíble que no me lo podía creer.
-         Pero sólo podrás hacerlo durante diez minutos contestó él. Después volverás aquí.
-          Es más de lo que podría desear dije yo de forma firme.
Todos los allí presentes sonrieron antes de verme envuelta en extrañas formas. Pude vislumbrar antes de desaparecer de mi vista el rostro aristocrático de madame Catherine sonriendo y el alegre rostro moreno de Johnny que me deseaba suerte con devoción.
Un momento después, parecía llover. Abrí los ojos y me encontré con un día lluvioso, no podía sentir las gotas de lluvia, pero podía oírlas. Miré por todas partes y pude identificar la que fue mi casa cuando aún vivía. Fui hacia ella y me encontró con una imagen que me enterneció.
Allí estaban mis padres. Parecían muy contentos y reírse sin parar. Me acerqué donde se encontraban y pude ver que ambos se encontraban hablando entre carcajadas y se contaban anécdotas del pasado en las que yo también era protagonista. Pude ver que mi madre sostenía entre sus brazos una foto mía, hecha el mismo año que morí y que se aferraba a ella como si tratase de lo más importante de su vida.
-          No puedo creer que ya haya pasado un año oí decir a mi padre en un tono más serio, haciendo que mi madre dejase de reír.
-         Lo sé… contestó ella abrazando más mi foto. Seguro que está entre los ángeles sonriendo y vigilando nuestros pasos.
-          Por eso yo pienso que no deberíamos rendirnos nunca dijo mi padre. Por ella.
Entonces los vi abrazándose, con un amor que se podía sentir en todas partes y un cariño que me enternecía. Ellos seguían adelante a pesar de todo. Todo lo que hubiera deseado yo.
Recordé sin darme cuenta, cómo fueron mis últimos días de vida en esa cama de hospital con los dos a cada lado mío deseando con que pudiese sobrevivir del tremendo impacto que recibí en la cabeza tras el accidente de coche o que al menos no siguiera sufriendo. No recuerdo el dolor, ni los analgésicos que me suministraban ni las operaciones, sólo los rostros derrotados de mis padres por lo que me había pasado. Por eso, el verles felices era lo mejor que podía llevarme al otro mundo.
Pero llegaba el momento de irme y dicha imagen desapareció de mi vista, pero me pude marchar con la conciencia tranquila. Ese sin duda había sido el mejor regalo que me podrían haber hecho por mi cumpleaños de muerte.
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Me ha salido una mezcla extraña de Harry Potter, novia cadáver, Bleach y creencias católicas... Pero el resultado es bastante satisfactorio dentro de lo que cabe.
¡Espero que os guste! 

martes, 24 de mayo de 2011

Azul

El cielo contemplaba a las personas que, debajo de él, elevaban su cabeza a lo alto para observarle, totalmente embelesados. Les había oído muchas veces hablar sobre lo bonito que él era, pero él no podía verse y se sentía frustrado.
Entonces el mar, al ver su semblante entristecido, decidió ayudarle mientras le decía que no se preocupase, porque podía mirarse en sus aguas cristalinas para ver lo hermoso que era.
El cielo, entonces le hizo caso y decidió verse por primera vez. Su aspecto azulado le conmovió y sonrió. Entonces decidió agradecérselo al mar y cada vez que él se miraba en sus aguas sus diferentes colores según el clima se verían reflejados en ellas, compartiendo con el mar su belleza.


jueves, 31 de marzo de 2011

Adictos a la escritura: Regálame una foto

¡Hola! Aquí me presento con un nuevo proyecto de Adictos a la escritura con una foto que, la verdad, me costó ambientarla en alguna época del siglo pasado... Espero no haberme equivocado con la moda y la época xD. La foto ha sido cortesía de Hadafitipaldi.
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APUESTA

No faltaba nada para que dieran el pistoletazo de salida y sentía que tenía el corazón en un puño. No podía parar de mirar el papel de nuestras apuestas al caballo número 6 y mirar al animal sin terminar de creer que él sería por el que apostábamos lo poco que nos quedaba para poder comer ese día. “Ganador” se llamaba ese caballo... Curioso nombre, seguramente era para atraer a más personas para apostaran por él. Yo lo veía como todos los demás, a decir verdad.

De pronto, mi marido se percató de que estaba arrugando todos los folletos que nos habían dado a la entrada y mi pierna se movía de forma nerviosa. Me tomó de la mano enguantada y se la llevó a su regazo antes de decirme:

- Tranquila Jane, todo va a salir bien, te lo prometo.

Le vi sonreír y acomodar su sombrero color gris de tal manera que le permitiera tener una buena vista del recorrido que llevarían los caballos. Yo me quedé mirándole y pude ver que a pesar de su tranquilidad externa, estaba muy nervioso.
No me extrañaba para nada. Después de aquel jueves negro en el que todo se desplomó no hubo marcha atrás. De pronto, nos vimos en la más terrible miseria. La empresa donde trabajaba mi marido quebró debido a la crisis y dejó sin trabajo a cientos de personas. Incapaces de poder pagar el alquiler del piso que teníamos los dos en Nueva York, nos vimos obligados a volver a nuestros orígenes en busca de mayor fortuna. Tennessee.
Arropados por nuestras familias, ambos decidimos buscar trabajo para salir del bache. Pero el nivel de paro era tan alto en el país que fue imposible encontrar algo que mereciera la pena y al ver que nuestros ingresos cada vez eran más y más bajos, no nos quedó más remedio que agarrarnos a un clavo ardiente. Apostar en las carreras de caballos en el hipódromo de Nashville...

De pronto, el sonido de un disparo al aire me devolvió a la realidad haciéndome estremecer ligeramente. La carrera acababa de comenzar.
La gente empezó a ponerse nerviosa y dejaba de lado los buenos modos para ponerse a animar a su respectivo trotón mientras algunos besaban sus apuestas y tiraban sus sombreros indignados cuando eran adelantados o se quedaban atrás.
Yo, por mi parte, no era capaz de distinguir ningún animal de otro. Apretaba tanto los folletos del hipódromo contra mí que parecía que los pensaba fusionar con mi vestido azul. Sólo esperaba que aquel que se había adelantado tanto fuera el nuestro...
Vi entonces a mi marido a mi lado. Se había levantado bruscamente y se había arremangado la chaqueta gris mientras gritaba a la nada totalmente histérico. Nunca lo había visto así y tampoco sabía cómo interpretar el gesto de su rostro. ¿Nuestro caballo iba el primero? ¿El último? ¿En el medio? Sentía que me ahogaba en mis propios nervios.

La gente a nuestro alrededor aunque histérica, no parecía estar tan nerviosa como nosotros. Daba la impresión de que sólo estaban allí por simple entretenimiento. La verdad es que sentí envidia por ellos.
Me fije en la mujer que estaba sentado al lado mío. A diferencia de los demás, ella había permanecido impasible sentada en su asiento mientras el caballero de su lado que supuse que se trataba de su marido, se mantenía de pie uniéndose a los gritos del resto de personas.
Me pareció muy elegante vestida con un vestido azul con rayas blancas, un abrigo marrón claro y un sombrero a juego con la chaqueta. Al lado de mis ropas más pasadas de moda y un tanto viejas sentí la necesidad de irme de allí para no ir haciendo más evidentes nuestros apuros económicos.

De repente, la grada enmudeció a mi alrededor de tal manera que consiguió de nuevo mi atención y al segundo empezaron a dar gritos de alegría pura. Miré en dirección a las pistas y vi el momento justo en el cual “Ganador” se había salido de la multitud de caballos y lideraba la carrera hasta entrar de forma triunfal en la meta cortando la cinta de golpe. Habíamos ganado la apuesta.
No recuerdo muy bien qué pasó. Pero mi marido y yo nos vimos envueltos por la multitud enardecida por la victoria del caballo por el que habían apostado. Él me besó con toda la pasión que sentía envalentonado por el momento y yo le correspondí con fiereza contenta por fin de que algo nos saliese bien después de toda aquella sucesión de desavenencias económicas y familiares... Quizá ese era el comienzo de nuestra buena suerte.


Ya fuera, esperaba a mi marido con mi bolso entre mis manos mientras él recogía el dinero que habíamos ganado para luego marcharnos juntos a casa. Contemplaba a la gente que había estado junto a mí en la grada. Algunos felices, otros realmente entusiasmados, otros decepcionados... Pero hubo una persona que me llamó especialmente la atención. Era la mujer elegante sentada a mi lado.

Entorné los ojos para cerciorarme de que era ella y cuando terminé por reconocerla me quedé de piedra con lo que vi. Ella y su marido salían del hipódromo discutiendo de forma muy alterada y no parecía nada contentos.
No dejaban de echarse en cara cosas delante de todo el mundo que nadie podía comprender y pude notar que ella aguantaba como podía las ganas que tenía de llorar y evitaba mirar a su alrededor para fingir que no se daba cuenta de que todo el mundo los estaba mirando.

Luego los vi alejarse hasta el aparcamiento donde de la nada aparecieron una mujer mayor con apariencia bastante enferma y un niño de unos cinco años vestido de una forma muy sencilla que corrió en dirección a esa mujer para abrazarla. Su hijo.
Después de haber abrazado ambos al niño y saludado a la mujer, los cuatro se marcharon cabizbajos hacia un coche que estaba aparcado en batería enfrente nuestro. Un coche casi destartalado y que hacía un ruido espantoso al haber sido arrancado. Después de ello, desaparecieron de allí.

Justo en ese momento, apareció mi marido por detrás contento mientras guardaba su cartera en el bolsillo de su chaqueta y me tomaba del brazo. Yo le abracé con cariño y dije:

- Saldremos de este bache... estoy segura.
- Yo también lo creo- contestó él acariciándome el pelo- saldremos juntos de esto.

Entonces, en ese momento, no me importó que mi vestido estuviera pasado de moda y que tuviéramos que apostar en las carreras de caballos para empezar de cero a remontar nuestro futuro. Lo único que me importaba era que tenía a mi marido conmigo y los dos nos apoyábamos y queríamos.
Mientras abrazaba a mi marido, el recuerdo de aquella mujer elegante pero de vida desafortunada vino a mi mente y sonreí al pensar que aunque ella intentase fingir que su vida era perfecta, yo era mucho más afortunada que ella siendo como era.
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Espero que haya sido de vuestro agrado. ¡Nos leemos!

lunes, 21 de febrero de 2011

Adictos a la escritura: Especial San Valentín

Con motivo de San Valentín, aquí vengo con un especial de dicha fecha para Adictos a la escritura. Gracias de antemano por leerme y espero que disfrutéis con la lectura.
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No podía creerlo. Livia creyó que se moriría al oír sus palabras y se negaba a creerle. Pero miró a los ojos verdes de su amado Marcello y no fue capaz de encontrar la mentira en ella. Era cierto. Marcello se marcharía en dos días a la guerra como el soldado que era y puede que nunca más volviera a verlo.
Sin poder evitarlo, rompió a llorar desconsolada. No era justo. Él era el hombre que más amaba y ahora se lo arrebataban por una de aquellas tantas estúpidas guerras en Hispania, Galia o cualquier lugar. Siempre era lo mismo.
- ¡No llores! — trataba en vano de consolarla él entre sus brazos— la campaña sólo durará dos meses. Pronto estaré de vuelta…
- ¿Y si no? — contestó ella sintiendo más deseos de llorar—Si tú mueres, yo me muero. ¿Por qué no permite el emperador que nos casemos?
- Ya sabes…— decía él aunque no parecía muy convencido— piensa que son más efectivos los soldados sin ningún vínculo familiar…
Ella no contestó. Ya sabía de sobra lo que opinaba el emperador sobre ello, pero no lo comprendía. Marcello y ella se amaban. ¿Acaso eso no era ya un vínculo suficiente? Pero parecía que ello no era suficiente y tendría que ver cómo su amor emprendía el camino lejos de ella a una campaña de la que seguramente no volvería. Sentía que las ganas de llorar volvían a ella…
- Livia…— oyó de pronto que él decía y levantó la cabeza para mirarle a los ojos para hacerle ver que le escuchaba— aún podemos hacer algo… ¿quieres casarte conmigo?
- No podemos…no permiten que te cases, ¿no te acuerdas? — contestó ella confusa.
- Sí que podemos… hay un sacerdote por aquí cerca…se llama Valentín y dicen que realiza matrimonios en secreto. Bueno, son matrimonios cristianos… pero nosotros lo somos aunque nadie lo sepa…
Ella asintió. Acto seguido se puso a pensar en lo que Marcello le proponía. Habían pasado dos años desde que se habían bautizado y pasado a la fe cristiana en secreto, completamente convencidos de aquellos nuevos dogmas que hablaban de igualdad… ahora esa nueva religión les daba la posibilidad de poder casarse y compartir su amor para siempre… ¿Qué más debía pensar?
- ¡Claro que me casaré contigo, Marcello! ¡Te amo y por ti haría cualquier cosa!
Él sonrió y posó sus labios sobre los de ella para unirse en un dulce beso que ella correspondió transmitiéndole todo el amor que sentía por él. Después de ello, él la tomó de la mano y dijo:
- ¡Vamos! Seguramente ahora mismo pueda casarnos.

Livia miraba a todos los lados para darse cuenta de que no estaba soñando. Se encontraba en una pequeña capilla subterránea fría y bastante simple. Frente a ellos sólo había un altar de piedra desnuda con una copa sobre ella y en la pared principal se hallaba una pintura de la Virgen bastante tosca, se notaba que la persecución a los cristianos impedía que las obras fueron más elaboradas.
Detrás del altar, se encontraba un hombre de mediana edad que llevaba en sus manos un gran libro bastante ajado y viejo que ella identificó como la palabra de Dios e iba vestido con las ropas sacerdotales. Era el conocido padre Valentín.
Entonces miró a Marcello. Él estaba radiante y la tomaba de la mano sin tener intención de soltársela en ningún momento. No habían preparado nada de los tradicionales ritos del matrimonio, pero no parecía importar a nadie.
- Y yo os declaro marido y mujer…— ésas fueron las últimas palabras del sacerdote antes de besar a su marido con amor.

Años después, todo era distinto. Ya no había amor ni romanticismo, nada de lo que ella recordaba desde aquella boda secreta que tan feliz le hizo. Estaba en una plaza rodeada de gente que miraban al unísono hacia el centro donde algo se acontecía. Una ejecución.
Ella contemplaba oculta entre la multitud a la persona que iba a ser sentenciada. Le recordaba. Era Valentín, el sacerdote que hizo posible su unión con Marcello en santo matrimonio. Finalmente, sus acciones le habían llevado a la muerte. El amor había sido vencido por el odio al cristianismo.
Livia tomó de la mano a Marcello, que se encontraba detrás de ella y ambos la llevaron hacia su prominente embarazo. Gracias a ese hombre, ese niño iba a nacer y gracias a ese hombre su amor había triunfado. Nunca le olvidarían.
Ambos lo sabían. Aunque el mundo lo olvidase, ellos, mientras vivieran, recordarían aquella fecha donde aquel hombre santo había sido injustamente asesinado, aquel Catorce de febrero en que parecía que en el mundo había menos amor que antes.
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Pensé que para escribir sobre esta festividad sería mucho más original que hablar sobre la leyenda que hizo posible que ahora el Catorce de febrero sea el día de los enamorados. Pienso que, aunque esto sea una leyenda, tiene algo de verdad como todas las leyendas y ritos. Quizá ese sacerdote sí que existió en la época Romana.

Para el lugar donde se casan me basé en una capilla del siglo II subterránea que visité este verano en Roma. Me pareció más idóneo al haber ocurrido todo en la época en la que los cristianos eran perseguidos y tenían que esconderse.

¡Un beso a todos!

lunes, 31 de enero de 2011

Adictos a la escritura. Cambio de visión.

¡Hola! Este es un nuevo proyecto de Adictos a la escritura y el primero de este año. Yo me siento muy identificada con una de las visiones cuando voy a un concierto y es algo que me ayudó a escribir esto.


SIEMPRE MI ÍDOLO
Las luces se apagaron y entonces los gritos desgarradores de todos los allí presentes invadieron el espacio produciendo que un fuerte escalofrío recorriera mi espalda y unas inesperadas ganas de echarme a llorar se adueñaron de mí. No podía ser. Ya había empezado y me encontraba en la primera fila.
Las largas horas pasadas esperando en la puerta enfrentándome al frío invernal y el cansancio acumulado por dormir poco habían merecido la pena… De pronto él salió al escenario. Tan guapo, tan inalcanzable, su voz tan cautivadora… ¿Otra vez llorando? Tengo que calmarme o me perderé lo mejor…
Parada frente a la valla que me separa de él podía verle moverse de un lado a otro con su micrófono mientras miraba al público y sonreía de esa manera tan maravillosa que sólo él era podía hacer. Sabía que aunque pasara sus ojos sobre mí, no me vería y sería confundida por la multitud de personas que, como yo, vestían de riguroso negro y sus cabellos estaban tan teñidos de colores estrafalarios como el mío. De pronto me sentí pequeña e insignificante ante su grandeza y divina aura.
Mientras le veo ahí cantando está justo enfrente de donde estoy yo… Está cantando mi canción favorita con un sentimiento que me roba el alma y la gente a mi alrededor se entrega a cada nota de su voz como si todo lo que hubiese en el mundo fuese lo que giraba en torno a él.
Mi canción favorita. Recordé de pronto mi promesa que me hice cuando tocasen mi canción favorita. Así que decidí  no perder el tiempo.
Levanté del suelo una enorme pancarta y alcé los brazos hasta mi límite, esperando que él pudiera verlo. No escuchaba los ruidos de las personas que se encontraban detrás de mí gritando que apartara la pancarta. Yo sólo me preocupaba de que él la viera… Pero de pronto, uno de los encargados de la seguridad, de un tirón me la quitó y la tiró al suelo dejándome sin posibilidad de seguir mostrándola.
Deprimida por no haber logrado mi objetivo, decidí seguir viendo el espectáculo notando como cada vez me ilusionaba más y pensando que era el mejor concierto de la historia… Cuando de repente, él dejó de cantar y se dirigió a mí. Enmudecida, me quedé mirándole a los ojos cerciorándome de que realmente me miraba a mí… ¡Y así era!
Me tendió la mano y me ayudaron a pasar hacia el escenario. ¡Me estaba sacando mi cantante favorito al escenario! Entonces me di cuenta de que a pesar de que me la habían quitado, él había leído mi pancarta y mi sueño se cumplía.
Entonces sin mirar atrás ni ver qué reacción tenían mis amigos, di un paso para unirme a los brazos de mi ídolo que me recibían con todo el cariño que pudiera profesarle a un simple fan… pero no me importaba.


MIS FANS LO SON TODO
Oía los gritos desesperados de las personas que allí me esperaban. Moría por salir y darles el mejor concierto de su vida, pero aún tenía que esperar. Aún teníamos que contar con que la espera acrecentara las ganas de los fans por dejarse la piel al son de mis canciones.
Cuando me dieron la señal para que saliera, sentí ese ya conocido hormigueo en el vientre que siempre sentía cuando llegaba el momento de ponerme en medio de un escenario delante de miles de personas. A pesar de haber dado ya muchos bolos en mi vida, aún sentía ese nerviosismo e inseguridad. Simplemente no me creía capaz de rendir a tantas personas.
Sabía que muchos de ellos llevaban varios días haciendo cola y ello me hacía sentirme más en deuda con ellos temiendo decepcionarles y haberles hecho perder el tiempo en vano… Mejor no pensar en ello.
Salí al escenario dejando atrás los miedos y los nervios para centrarme en las dos únicas cosas que me importaban en la vida: mi música y mis fans. Comencé a cantar al son de los primeros acordes de mi guitarrista. Después me olvidé de todo. No existían preocupaciones, no existían nervios ni existía nada más que este concierto. Sólo existíamos ellos, la música y yo. Nada más se interponía.
Mis seguidores cantaban conmigo y movían sus brazos al son de la música y de vez en cuando permitía que ellos fueran los protagonistas cantando partes de las canciones que yo olvidaba momentáneamente para luego volver a recuperar con más fuerza gracias a ellos.
Sonreí de pronto. Ahora era el turno de mi canción favorita y, según parecía, de la mayoría de mis seguidores. Así que pensaba dejarme la piel en ese momento clave que terminaría por poner el broche a la noche.
De pronto, alcé la vista y me encontré de cara con una enorme pancarta que había levantado una chica en la primera fila y sin poder evitarlo, la leí “Si me sacas, te bailaré la Macarena en el escenario”.
Tuve el impulso de echarme a reír, pero justo en ese momento, vi como se la habían quitado y se la habían arrojado al suelo de mala manera. Pude fijarme que ella no se había dado cuenta de que lo había visto y en ese momento parecía decepcionada, así que decidí hacer algo por ella.
Extendí el brazo hacia ella cuando vi que me miraba y junto con los encargados de seguridad la ayudé a subir. Cuando subió al escenario, nos fundimos en un abrazo que ella correspondió como si la vida le fuese en ello y luego vi la expresión de su rostro. Supe que ella se había dado cuenta de que había visto su pancarta y la felicidad no cabía ya en su expresión. Haría que ese día jamás lo olvidase.
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Lo de la pancarta de la Macarena es auténtico. Mi amiga se la sacó a Billie Joe Armstrong cuando fuimos al concierto de Green Day en Madrid, pero por desgracia se la quitaron antes de que él lo viera.