lunes, 21 de febrero de 2011

Adictos a la escritura: Especial San Valentín

Con motivo de San Valentín, aquí vengo con un especial de dicha fecha para Adictos a la escritura. Gracias de antemano por leerme y espero que disfrutéis con la lectura.
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No podía creerlo. Livia creyó que se moriría al oír sus palabras y se negaba a creerle. Pero miró a los ojos verdes de su amado Marcello y no fue capaz de encontrar la mentira en ella. Era cierto. Marcello se marcharía en dos días a la guerra como el soldado que era y puede que nunca más volviera a verlo.
Sin poder evitarlo, rompió a llorar desconsolada. No era justo. Él era el hombre que más amaba y ahora se lo arrebataban por una de aquellas tantas estúpidas guerras en Hispania, Galia o cualquier lugar. Siempre era lo mismo.
- ¡No llores! — trataba en vano de consolarla él entre sus brazos— la campaña sólo durará dos meses. Pronto estaré de vuelta…
- ¿Y si no? — contestó ella sintiendo más deseos de llorar—Si tú mueres, yo me muero. ¿Por qué no permite el emperador que nos casemos?
- Ya sabes…— decía él aunque no parecía muy convencido— piensa que son más efectivos los soldados sin ningún vínculo familiar…
Ella no contestó. Ya sabía de sobra lo que opinaba el emperador sobre ello, pero no lo comprendía. Marcello y ella se amaban. ¿Acaso eso no era ya un vínculo suficiente? Pero parecía que ello no era suficiente y tendría que ver cómo su amor emprendía el camino lejos de ella a una campaña de la que seguramente no volvería. Sentía que las ganas de llorar volvían a ella…
- Livia…— oyó de pronto que él decía y levantó la cabeza para mirarle a los ojos para hacerle ver que le escuchaba— aún podemos hacer algo… ¿quieres casarte conmigo?
- No podemos…no permiten que te cases, ¿no te acuerdas? — contestó ella confusa.
- Sí que podemos… hay un sacerdote por aquí cerca…se llama Valentín y dicen que realiza matrimonios en secreto. Bueno, son matrimonios cristianos… pero nosotros lo somos aunque nadie lo sepa…
Ella asintió. Acto seguido se puso a pensar en lo que Marcello le proponía. Habían pasado dos años desde que se habían bautizado y pasado a la fe cristiana en secreto, completamente convencidos de aquellos nuevos dogmas que hablaban de igualdad… ahora esa nueva religión les daba la posibilidad de poder casarse y compartir su amor para siempre… ¿Qué más debía pensar?
- ¡Claro que me casaré contigo, Marcello! ¡Te amo y por ti haría cualquier cosa!
Él sonrió y posó sus labios sobre los de ella para unirse en un dulce beso que ella correspondió transmitiéndole todo el amor que sentía por él. Después de ello, él la tomó de la mano y dijo:
- ¡Vamos! Seguramente ahora mismo pueda casarnos.

Livia miraba a todos los lados para darse cuenta de que no estaba soñando. Se encontraba en una pequeña capilla subterránea fría y bastante simple. Frente a ellos sólo había un altar de piedra desnuda con una copa sobre ella y en la pared principal se hallaba una pintura de la Virgen bastante tosca, se notaba que la persecución a los cristianos impedía que las obras fueron más elaboradas.
Detrás del altar, se encontraba un hombre de mediana edad que llevaba en sus manos un gran libro bastante ajado y viejo que ella identificó como la palabra de Dios e iba vestido con las ropas sacerdotales. Era el conocido padre Valentín.
Entonces miró a Marcello. Él estaba radiante y la tomaba de la mano sin tener intención de soltársela en ningún momento. No habían preparado nada de los tradicionales ritos del matrimonio, pero no parecía importar a nadie.
- Y yo os declaro marido y mujer…— ésas fueron las últimas palabras del sacerdote antes de besar a su marido con amor.

Años después, todo era distinto. Ya no había amor ni romanticismo, nada de lo que ella recordaba desde aquella boda secreta que tan feliz le hizo. Estaba en una plaza rodeada de gente que miraban al unísono hacia el centro donde algo se acontecía. Una ejecución.
Ella contemplaba oculta entre la multitud a la persona que iba a ser sentenciada. Le recordaba. Era Valentín, el sacerdote que hizo posible su unión con Marcello en santo matrimonio. Finalmente, sus acciones le habían llevado a la muerte. El amor había sido vencido por el odio al cristianismo.
Livia tomó de la mano a Marcello, que se encontraba detrás de ella y ambos la llevaron hacia su prominente embarazo. Gracias a ese hombre, ese niño iba a nacer y gracias a ese hombre su amor había triunfado. Nunca le olvidarían.
Ambos lo sabían. Aunque el mundo lo olvidase, ellos, mientras vivieran, recordarían aquella fecha donde aquel hombre santo había sido injustamente asesinado, aquel Catorce de febrero en que parecía que en el mundo había menos amor que antes.
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Pensé que para escribir sobre esta festividad sería mucho más original que hablar sobre la leyenda que hizo posible que ahora el Catorce de febrero sea el día de los enamorados. Pienso que, aunque esto sea una leyenda, tiene algo de verdad como todas las leyendas y ritos. Quizá ese sacerdote sí que existió en la época Romana.

Para el lugar donde se casan me basé en una capilla del siglo II subterránea que visité este verano en Roma. Me pareció más idóneo al haber ocurrido todo en la época en la que los cristianos eran perseguidos y tenían que esconderse.

¡Un beso a todos!