martes, 28 de enero de 2014

Proyecto Adictos a la Escritura: Escritura Sorpresa

¡Hola! Feliz año y todas esas cosas que no he podido decir antes. Espero que hubierais pasado unas estupendas fiestas. Estreno el blog este año 2014 con un proyecto de Adictos a la Escritura “Escritura sorpresa”, que consiste en elegir una foto y ésta trae consigo un género sobre el que debe ir la historia que, a su vez, tendrá que ver con la foto elegida. En mi caso fue el género romántico. ¡Espero que os guste!

BOULANGERIE

Boulangerie-Patisserie Marianne era una pequeña pastelería ubicada en el Barrio Latino de París, con más de cincuenta años de dedicación a la repostería francesa. Una jovencísima Marianne Fournier logró sacarla adelante en medio de una durísima posguerra que había asolado Europa tras la caída de Berlín en la Segunda Guerra Mundial. De familia pastelera, Marianne sacó partido a su amplia experiencia y devolvió a su devastada familia su sustento. Pero eso es otra historia.

Sesenta años después, Marianne Fournier murió dejando tras de sí un negocio totalmente quebrado por la crisis y un reguero de deudas que recayó sobre sus únicos descendientes: su hijo Clément y su nieta Audrey. Todo lo que la joven Fournier de la posguerra había levantado de la nada parecía haber muerto junto a ella, pero no fue así.

Audrey Fournier había heredado el espíritu luchador de su difunta abuela y la pasión por la repostería. Por lo que, reacia a abandonar aquello que tanto significó para su abuela, abandonó su carrera en arquitectura técnica y decidió tomar las riendas del maltrecho negocio. Sabía que la juventud parisina deseaba rescatar las mejores tradiciones de su patria, un tanto olvidadas por la destructiva globalización, y que los ancianos nostálgicos de aquellos “tiempos mejores” morían por rememorar.

Por ello, decidió unir en una sola carta los dos elementos más emblemáticos de su existencia: la receta más cotizada y buscada de macarons de su abuela Marianne y sus conocimientos de arquitectura que en tantos años había adquirido. Meses después, en todo París ya era otra vez recordada Boulangerie Marianne y ahora también conocida por su magnífico escaparate decorado con monumentos históricos hechos en su totalidad con macarons.

Las noticias sobre aquellas pequeñas edificaciones corrieron como la pólvora y todos acudían a esa discreta calle cerca de Place Saint Michel sólo para descubrir qué nuevas obras encontrarían esperándoles. Bien podían encontrarse con la torre Eiffel, la catedral de Notre Dame o la Sagrada Familia de Barcelona; cada semana aparecían nuevas figuras para que los clientes no la olvidasen tan deprisa.

Audrey solía encerrarse en la parte trasera de la tienda a realizar sus obras mientras dos dependientas atendían el negocio de cara al público. Pero esa semana, después de un año de escrupuloso cumplimiento con su escaparate, iba a hacer una excepción y no construiría ninguna figura. Tenía otra cosa en mente y debía ser perfecto, así que mientras escuchaba el trasiego de los clientes al otro lado de la tienda, echaba un tercer vistazo a un trozo de papel que tenía pegado en la campana de su cocina y añadía el colorante a un recipiente. Ya tenía casi todo terminado y no podía esperar a que llegara la hora de cerrar.

Cuando su deseo se cumplió, se encontraba despidiéndose de sus dependientas mientras ella se afanaba por ordenar el nuevo escaparate; unas cortinas opacas bloqueaban la vista del exterior porque sabía que su cambio de escaparate se había convertido en todo un espectáculo para los viandantes. Consultó su reloj y sacó de su bolso un pequeño espejo para ver si todo en ella seguía en orden, justo en ese momento la campanita que daba la bienvenida a su establecimiento sonó. Él ya había llegado.

Se volvió hacia la puerta y sonrió; él le devolvió la sonrisa con la misma intensidad. Frédéric era su novio desde hacía un año y cada día que pasaba junto a él sentía que sus sentimientos eran tan intensos como la primera vez. Él dejó el casco de su moto en el mostrador y se acercó a ella para saludarla con un largo beso. Nunca se cansaría de su forma de besarla.
-         Bueno, ¿y a qué se debe que me hayas hecho venir hasta aquí? ¿Quieres torturarme?
-         Tengo una sorpresa para ticontestó ella sonriendo y añadió. ¿Aún recuerdas cómo nos conocimos?

Vio cómo asentía y notó que sus ojos brillaban al recordarlo. Ella le besó otra vez antes de deshacerse de sus brazos y acercarse al escaparate. Tomó entre sus manos una bandeja que había tapado y la descubrió ante sus ojos. Vio cómo el rostro le cambiaba de un gesto de expectación al de la pura sorpresa y ello le hizo sonreír. Pero no pudo pensar en nada más porque fue repentinamente apretada contra sus brazos y se encontró en el aire dando vueltas sólo sujetada por él.
-          ¿Lo has hecho por mí? ¡Gracias, gracias! ¡Te quiero!

Ella le ordenaba entre risas que la soltase por miedo a que la bandeja perdiese el equilibrio y se cayese al suelo, pero entendía su alegría.

Recordaba también cómo se conocieron. Había sido un día que ella había sorprendido con una figura de la pirámide de Keops hecha con macarons y él había ido hasta allí en calidad de reportero de un programa de sociedad de la televisión pública. La entrevistó y congeniaron al instante, pero cuando ella le ofreció uno de sus famosos macarons, rehusó y, con mucho pesar, le confesó que era celiaco y que solo podía mantener una dieta sin gluten para poder encontrarse sano.

Aquello siempre les dolió a ambos, ya que sentían que era una barrera que los impedía congeniar del todo. Pero entonces descubrió que en varios supermercados comenzaban a comercializar cientos de alimentos sin gluten, así que decidió cambiar ligeramente la receta de su abuela para poder crear la primera partida de macarons y otros dulces sin gluten que vendería a partir de ese día; al día siguiente a primera hora, los parisinos encontrarían su escaparate lleno de bandejas de dulces sin gluten y una invitación a probarlos gratis a todo el que gustase.

No se había dado cuenta hasta que vio a Frédéric probar uno de los macarons que había vuelto a conseguir unir dos aspectos importantes de su vida en uno solo: su amor por su pastelería y el que sentía por Frédéric.


FIN. Tuve mucha suerte al elegir la foto, ya que el género que me tocó fue el romántico y no me costó nada que se me ocurriera algo decente. La verdad es que no sé muy bien cómo se escribe el nombre de estos dulces franceses, pero para no crear confusión con los macarrones, he decidido escribirlo así. Espero que os haya gustado. ¡Un besazo!