martes, 22 de noviembre de 2011

Adictos a la escritura: El fragmento

¡Hola a todos! El proyecto de esta vez trata sobre un relato a raíz de un fragmento y yo he elegido el fragmento de una canción de mi grupo japonés favorito, busqué la traducción por Internet, pero tuve que reescribirlo porque parecía estar traducido por alguien que no sabe hablar español... Me ha quedado muy raro, es lo más raro que he escrito nunca, pero espero que os guste.
 
Bajo la superficie de esta escupida verdad, me río mostrando los dientes.
Ya no es algo tan nauseabundo al convertirse en hermoso.
Se vuelve loca de nuevo mi mente.”
The Gazette “The True Murderous Intent”
EXTASIS
No puedo evitar reírme ante el espejo que me muestra mi reflejo devolviéndome una sonrisa de burla dirigida exclusivamente a mí. No estaba ya segura si ese gesto lo estaba haciendo yo o mi reflejo se había convertido en un ser independiente de mí.

Pero esos ojos con unas marcadas ojeras de insomnio y enrojecidos por todas esas noches sin descanso y ese rostro empalidecido como si estuviese gravemente enferma eran míos. Esa mueca en el rostro también lo era, me reía de mí misma, algo absurdo, pero sin embargo, lo estaba haciendo.

Miré ahora la sustancia blanca que había conseguido hacía unas horas, después de hacer cosas de las que me arrepentía enormemente, pero la tenía y era toda para mí. No me importaba lo que me pasase, ni que mi reflejo siguiese parado sin perturbarse por mi movimiento y mucho menos que la habitación pareciese moverse más de lo común. Lo único que deseaba era hacer desaparecer esa terrible sensación en su interior y que esa maldita vocecita que me pedía que le diera cocaína se callase.

Me apoyé contra el lavabo y aspiré con rapidez la sustancia blanca. Me dolían las fosas nasales y sabía que tenía heridas, pero no me importaba y dejé notar el ardor de la droga pasando por mi nariz y ese ya conocido dolor en las sienes.

Volví a mirarme en el espejo más tranquila y más completa para enfrentarme con la mirada retadora de mi reflejo. Ahora era yo más fuerte y podía destruirla, ella seguía mirándome fijamente, recordándome aquella vez que dije que no iba a volver a consumir, mirándome con aquel gesto de desprecio y decepción que me recordaba a mis padres cuando volvía a recaer una y otra vez.

Le odiaba, odiaba esa mirada de desprecio, odiaba esa imagen destrozada que se parecía a mí, esa mirada apagada, esos brazos llenos de heridas por haberme autolesionado cuando no podía conseguir droga, esos hombros huesudos sobresaliendo por la camiseta de tirantes… Odiaba esa imagen débil y deprimida, esa no era yo y debía destruirla.

Después no supe qué me pasó pero me dejé llevar por una euforia sin causa e imprevista que me envolvió, disfrazada de una rabia tan fuerte que me cegó totalmente la razón. Sólo estábamos ella y yo, mi reflejo mirándome fijamente y yo que lo odiaba, sólo quería que esa cara de desprecio y de asco desapareciera de su rostro, sólo quería acabar con ella…

No recuerdo lo que hice a partir de ese momento, pero cuando volví en mí, mis manos sangraban y el espejo estaba destrozado. Me quedé contemplando mis manos, aterrada y me apresuré a lavármelas. Volví a mirar el espejo destrozado y, sin saber por qué, sonreí.

Nadie comprendería este sentimiento, nadie comprendería la paz que sentía y lo hermoso que me resultaba lo que acababa de hacer. Ahora me encontraba en paz conmigo misma y plena, todo volvía a estar bien. Había olvidado todo lo que me había preocupado anteriormente, parecía que el arranque de rabia anterior había conseguido apaciguar todo.

Sonreí tranquila. Me dolía la cabeza y comenzaba a sentirme mareada, pero la conocida sensación de energías renovadas me envolvía y deseaba comerme el mundo.

Así que, sin más, abrí la puerta del baño y me fui envuelta al sonido ambiental de la música de la discoteca donde la fiesta seguía sin mí sin importarme las heridas abiertas de mis manos que comenzaban a sangrar otra vez.