martes, 30 de octubre de 2012

Adictos A La Escritura: Los Dos Mundos


¡Hola a todos! Hacía mucho que no publicaba nada para el grupo, ya empezaba a echarlo de menos. Con motivo de la noche de Todos los Santos hemos elegido el tema de los Dos mundos, en el cual en el mundo de los muertos y de los vivos se mezclan. He elegido una leyenda muy conocida por Salamanca para darle un pequeño homenaje a esta tierra en la que llevo viviendo casi seis años.
¡Espero que sea de vuestro agrado!

LA CUEVA DE SALAMANCA

“Salamanca en la sombra”. Ese era el título que llevaría el nuevo trabajo fotográfico que acababan de mandarme. Por ello, tenía que desplazarme a la ciudad castellano y leonesa esa misma noche de Todos los Santos para poder entregarlo cuanto antes.

La noche había caído casi irremediablemente cuando por fin había terminado las instantáneas de la imponente catedral nueva, indistintamente de estilo gótico y barroco. Contemplé las fotos, entusiasmada. Era simplemente perfecta.

Antes de proseguir con el trabajo, repasé todo el itinerario que me habían encargado. Recordé que, simplemente, faltaba la cueva de Salamanca, una cripta de la antigua iglesia de san Cebrián donde se decía que el diablo, disfrazado de sacristán, impartía clases de magia a unos estudiantes privilegiados. Se decía que el marqués de Villena había podido escapar de allí, después de haber sido condenado a permanecer allí para siempre por no poder pagar las clases, pero que su sombra se quedó atrapada para siempre entre sus muros.

Pensé en esa leyenda y me provocó un escalofrío, pero ello no me impidió que continuase con mi trabajo. No era más que una leyenda que había nacido de las secretas clases que impartía un sacristán en ese lugar y que había tergiversado la verdadera historia. Así que me encaminé en su dirección hasta tener a la vista la solitaria plaza del Carvajal, lugar donde ya podía divisar la cripta.

Pude oír desde allí el sonido de la música que despedía uno de los pisos que había a los laterales. Pero una vez me alejé de aquel edificio, el ruido de mis pasos aislados eran mi única compañía. Intenté apresurarme para intentar apartar cuanto antes esa sensación de alerta que se había disparado en cuanto me sentí sola. Nada iba a pasarme por allí, no era una zona muy peligrosa.

Cuando por fin, había encontrado el lugar idóneo para instalar mi cámara, oí de pronto el sonido de unos pasos muy apresurados en mi dirección. El corazón se me desbocó y me quedé paralizada esperando a ver qué era lo que se avecinaba.

Pronto vi pasar una figura que venía corriendo desde la cueva, parecía huir de algo o estar en apuros. Cuando estaba más cerca de mí, pude observar que iba vestido de época, un disfraz muy poco usual para esa festividad. Incluso el alargado bigote que llevaba a juego me parecía excesivo para un simple disfraz. Sin embargo, pensé que era simplemente eso y me relajé.

Pero las alarmas se volvieron a disparar cuando el hombre cruzó bajo la luz anaranjada de una de las farolas y descubrí, para mi espanto, que ninguna sombra le seguía por la trayectoria que la luz le daba. Ese hombre no tenía sombra.

La impresión fue tal que no fui capaz de mantenerme al margen y grité con fuerza asustada, haciendo que aquel extraño hombre reparase en mi presencia por primera vez. Vi que volvía la cabeza en mi dirección y dejaba de correr cuesta arriba para comenzar a acercarse a mí.

Antes de que me diera tiempo a reaccionar y marcharme de allí, noté su mano sobre mi boca, obligándome a callar. Su mano estaba tan helada que me recorrió un escalofrío por la espalda. Sus ojos parecía que me atravesaban, sintiéndome de repente cansada y aterrorizada.

Entonces habló:
-          ¡Por favor, no gritéis! Si lo hacéis, me encontrará y me volverá a encerrar en la cueva.

Su voz era profunda, pero sin embargo era humana y tenía un acento que nunca había oído, parecía realmente antiguo.

Traté de colaborar con él y asentí haciéndole entender que haría lo que él me dijera. Él me quitó la mano de la boca y pareció volver a ponerse en alerta, dispuesto a correr otra vez. Entonces volvió a encararme y dijo:
-         Debo marcharme, no puedo dejar que el Sacristán me alcance. No me quedaré toda mi eternidad encerrado allí ¡Adiós!

Tras decir eso, iba a echar a correr otra vez, pero se tropezó con mi trípode ya colocado y provocó que el disparador se accionase automáticamente y el flash inundase el lugar. Cuando finalmente, todo se volvió oscuro, aquel extraño hombre de época había desaparecido.

Asustada por lo que había pasado, cogí todos mis bártulos y salí corriendo en dirección al hotel, como si fuera a mí a la que perseguían.

Cuando al final llegué al hotel, me sentí segura. Al calor de mi habitación, tomé con ansiedad la cámara y la encendí en busca de la última foto. Quería demostrarme a mí misma que había sido una ensoñación.

Pero no sabía cuán equivocada estaba. En ese momento no me di cuenta de que me había cruzado con el mismísimo Enrique de Aragón, marqués de Villena, quien se pasaría toda la eternidad huyendo de la cueva de Salamanca y que su sombra perdida en el intento de escapar de su destino había quedado para siempre plasmada en aquella última instantánea tomada por error, dejando constancia de ella como una extraña mancha que no podía eliminarse de ninguna manera en un muro de lo que quedaba de la cueva de Salamanca.


FIN. Espero que os haya gustado mucho. No sé si habré entendido bien la temática de este proyecto porque me costó mucho sacar algo parecido a esto. ¡Un besazo!