miércoles, 27 de noviembre de 2013

Proyecto Adictos a la Escritura: Yo

¡Hola! Hacía muchísimo tiempo que no me pasaba por aquí y me alegro de volver a retomar esta afición que tantas alegrías me ha dado. El proyecto de este mes es YO, consiste en escribir un relato desde el punto de vista de una persona del sexo opuesto al nuestro y en primera persona. Espero que disfrutéis de mi pequeña aportación. ¡Un beso!

ADRENALINA

Era un día soleado y los primeros resquicios de la primavera estaban empezando a asomarse. Consulté el reloj que gobernaba la instancia y contemplé asqueado que aún no pasaba del mediodía; hasta las dos no podría marcharme a casa.

Pero, como siempre, al mal tiempo, buena cara. Preferí tomármelo con filosofía y comenzar la rutina laboral con el mejor humor posible, los clientes lo merecían. Caminé por el local silbando con alegría y saludando a todo el que entrara con un agradable movimiento de cabeza; el día tenía que ser perfecto.

En ese momento, apareció por la puerta el director de la sucursal bancaria y me saludó con la misma educación que acostumbraba desde que empecé a trabajar aquí para el Banco Popular. Llevaba más de un año de vigilante jurado en aquella céntrica sucursal y no podía estar más cómodo en ningún otro sitio.

Una vez que el director se internó en su despacho y comprobé que todo seguía el curso normal de un día laborable, me mantuve al lado de la puerta de entrada, imperturbable, como si la seguridad de aquel lugar fuera lo primordial en mi vida. Sin embargo, no era así; lo único que a mi mente venía era el jugoso asado que seguramente me esperaba en casa cuando por fin fuera liberado de mi obligación.

Tan enfrascado me encontraba degustando mentalmente tal manjar, que tardé en percatarme de que dos nuevos clientes habían accedido al banco. Me golpeé mentalmente en la cabeza por andar tan distraído y les observé.

A simple vista, parecían dos veinteañeros bien vestidos y formales, pero algo no terminaba de encajarme en tal cuadro. Los observé más detenidamente, se les veía especialmente nerviosos y muy pegados el uno al otro; como si cuchichearan. Uno de ellos, vestido con un traje azul marino, miraba a ambos lados, como si analizase cada rincón del lugar donde se encontraban; también reparó en mí tras un simple vistazo y aquello disparó todas mis alarmas. Algo me decía que aquello no iba a terminar bien.

De pronto, como en una fracción de segundo, ambos individuos  desenfundaron armas y comenzaron a disparar al techo, asustando a los diez clientes que se encontraban delante de ellos.
-          ¡Todo el mundo al suelo, coño!gritó el joven vestido con un traje gris apuntando al joven bancario que tenía enfrente, quien se había quedado paralizado.

Mi mente quedó en blanco, no atendía a nada a su alrededor. Simplemente tenía que detener a aquel par de bastardos antes de que ocurriera una desgracia. Una fuerte sensación de temeridad embargó mi cuerpo y me llenó de fuerzas para cruzar el pasillo que me separaba de ellos.

El hombre del traje azul marino fue el que me encaró y se lanzó a por mí, dejando espacio a su compañero para seguir intimidando a los clientes. No pensaba permitirlo, iba a reducirlos en ese momento. Comencé a forcejear con el delincuente, era más alto que yo, pero podría reducirlo sin problemas. Se notaba que no tenía experiencia en pelea cuerpo a cuerpo como tenía yo en mis años en el servicio militar y que la fuerza de su cuerpo no era comparable a la mía.

Lo tomé del brazo derecho donde sujetaba su arma y lo obligué a ponerlo detrás de la espalda; así logré que se le aflojase la mano y soltase el arma. La mandé lejos de una patada.

Pero, de repente, un fuerte golpe en el cuello, seguido de un repentino dolor que me sorprendió en el proceso de reducción. Recuerdo haberme quedado estático, sintiendo el dolor más espantoso e insoportable que había tenido en toda mi vida por toda mi cara; la vista comenzó a nublárseme y noté cómo alguien me tiraba al suelo de muy mala forma. Lo último que vi, antes de hundirme en la oscuridad fue el cañón de una pistola apuntándome a la cara mientras oía gritos de terror cada vez más y más lejanos.

Mis ojos se abrieron de forma pesada y dolorosa. Lo primero que recibieron fue un fuerte color blanco que me había hecho daño al mirar, noté cómo mis párpados se cerraban y abrían varias veces hasta que lograba acostumbrarme a la luz y a la claridad.

Traté de moverme, pero me encontraba tumbado y muy atolondrado como para saber qué hacía. De pronto, el sonido de alguien acercándose llamó mi atención y me volví lentamente hasta encontrarme de frente con el preocupado rostro de mi mujer. Entonces todo lo acontecido volvió a mi mente con una fuerza que me sobrepasó: el sonido del gatillo apretado, los gritos aterrorizados de los clientes, los insultos de los delincuentes.

Noté que mi mujer se había acercado apresurada a la camilla y me obligaba a permanecer tumbado, la obedecí. Me dolía tanto la cara a causa de mis acciones anteriores que no hubiera podido oponerme aunque hubiera querido.

Iba a preguntar dónde me encontraba y a qué se debía tanto dolor cuando entró un médico por la puerta. Éste me examinó las pupilas y me hizo distintas preguntas que contesté sin problema; después de indicarme que no había sufrido secuelas cerebral a causa del impacto de la bala, me explicó lo que había ocurrido. La bala había terminado alojada en mi boca llevándose a su paso varios nervios faciales y había sido intervenido durante las últimas horas con urgencia y no había estado estable hasta esta misma mañana.

Yo escuchaba todos los términos médicos fingiendo un conocimiento que no tenía, hasta que finalmente pregunté:
-         ¿Qué fue de los atracadores? ¿Los cogieron?
-       No se sabe nada todavíacontestó mi mujer, quien sin darme cuenta había cogido mi mano. Dicen que activaron la alarma y huyeron en un coche que abandonaron poco después- después de darme esa escueta explicación, comenzó a reñirme. Eres un inconsciente. ¿Cómo se te ocurre intentar reducir tú solo a dos hombres armados? Es que nunca cambiarás.

Yo sólo sonreí. Aquello era algo propio de mí, pero me sentí más tranquilo al saber que nadie más había resultado herido de aquel atraco. Orgulloso por mi hazaña, tomé las manos de mi mujer y traté de hacerla sonreír, aunque en ese momento fuese una misión imposible.


FIN. Espero que os haya gustado. No estoy muy segura del final, creo que me ha quedado un tanto abrupto, pero me quedaba sin espacio y no era capaz de cortar por ninguna parte. Bueno, esta historia está basada en una historia real y es especial para mí porque fue a mi abuelo al que le pasó hace más de treinta años en Madrid. Siempre he pensado que es más propio de hombres dejarse llevar por la adrenalina en situaciones límite y actuar sin pensar (en general, claro). Mi abuelo siempre fue un hombre impulsivo y nunca renegaba de actuar cuando alguien le necesitaba, por eso sé que, a pesar de ser su deber, no hubiera podido evitarlo enfrentarse a ellos. ¡Gracias por leerme!

lunes, 25 de marzo de 2013

No sé qué


¡Hola a todos! Aunque parezca increíble, aquí estoy de vuelta al universo de adictos. Me había deprimido mucho con el cierre temporal de Adictos, pero gracias a la iniciativa de Dora, a última hora he decidido unirme al proyecto.
Este mes nos pedían un secreto, y bueno, el mío es un tanto idiota e infantil, pero es el único que tengo ahora mismo y, aunque me niego a compartirlo con mis amigas, os lo confiaré a vosotros. Ya sabéis lo que se hacen con los secretos, ¿no? Shh…
¡Espero que disfrutéis!

NO SÉ QUÉ

Tiene algo, un no sé qué que hace que no pueda evitar mirarle de reojo cada poco. Y no lo entiendo.

Cada tarde, como si de una fuerza extraterrestre se tratase, mis ojos se despegan de la pantalla del ordenador para fijarse en su figura y ahí suspendidos se quedan durante varios minutos. Pero sigo sin encontrar explicación.

Porque no es un chico guapo, pero hay algo en su forma de vestir clásica que es adictivo de mirar, algo en su pose de intelectual que atrae como la miel, algo en su forma de teclear o mirar al profesor que hace que una sonrisa coqueta sobresalga en mis comisuras.

Cada día, cuando llego a clase y lo veo, tengo más claro que no es guapo físicamente, más bien es bastante feo, pero tiene ese aire de bohemio británico que me encanta y me resulta fascinante. Algo inexplicable que me provoca fantasías durante el resto del día y que la sonrisa boba no desaparezca.

Es ridículo y lo sé. Cualquier persona que se enterara de mis pensamientos pensaría que estoy loca y que no tengo criterio con el género masculino, porque es feo y un completo empollón. Pero, sin embargo, no puedo evitar que, cuando sus ojos se posan en mí o sus manos acarician de forma amistosa mi brazo, provoquen un revuelo en mi interior que me desordena por completo.

Será esa mirada profunda de chico inteligente o esa extraña forma torpe de actuar con las chicas o simplemente esa chaqueta de tweed británica que lleva puesta perfectamente planchada, como si fuera parte de él. No lo sé, sólo sé que me vuelve loca.

Quizá debería decírselo alguna vez, pero no quiero. Suena ridículo pero me da la sensación de que si lo expreso en voz alta, toda la magia en la que le he envuelto sin que fuera consciente, desaparecería y perdería la ilusión de contemplarle desde lejos.

Pronto se acabará la carrera y no nos volveremos a ver, no merece la pena. Simplemente prefiero mirarlo de reojo por encima de la pantalla del ordenador y fantasear con lo que podría ser y lo que no. Es como un juego que entretiene las tardes aburridas en la universidad cuando desearía estar haciendo otras cosas mejores.

Un juego tonto que me demuestra cada día que el físico no importa, porque muchas veces una genuina personalidad puede absorber los defectos exteriores para convertir a una persona en el ser más atractivo y atrayente en el mundo. Es ese no sé qué que hace a muchas personas únicas y que te hace pensar que el mundo está lleno de personas fascinantes que merece la pena descubrir.

Hacen al mundo un lugar más interesante en el que vivir… ¡Oh, mierda, me ha pillado mirándole, disimula! ¿Por qué se pondrá esa gabardina que le sienta tan bien?

FIN.

He ahí mi estupidez. La verdad es que yo no tengo secretos, nunca me avergüenzo de nada ni tengo nada que ocultar, pero esto sí que me lo he guardado para mí y me parecía digno de escribir lo que siento en letras.

Espero que os hayáis divertido mucho que todos tengáis secretos tan tontos como el mío. ¡Un besito!