martes, 23 de noviembre de 2010

¡No saltes!


... Entonces apareciste tú, me tendiste la mano y gritaste... ¡No saltes, por favor!
Pero tarde era... mi alma quería descansar en paz... ¡No llores por mí, mi amor! Nada es culpa tuya...
Una última sonrisa y un último beso en el aire... después dos pasos al frente y todo oscuridad
Porque esta canción de Tokio Hotel fue, es y será la canción de mi vida... Las 19:20 en medio de una clase de derecho laboral y parece que yo no tengo nada mejor que hacer...

lunes, 22 de noviembre de 2010

Adictos a la escrituras: Especial terrorífico

Bueno, aquí subo mi primer proyecto para Adictos a la escritura, la verdad es que espero que sea vuestro gusto y que esté a la altra :) Muchas gracias por la ayuda y espero que lo disfrutéis.
¡A leer!
__________________________________________________________________________________ 

PECADO: 

Bajo la luz tenue y mortecina de la luna, aquel individuo, al que hacía unos segundos había considerado uno más de sus queridos feligreses, le mostró cómo sus colmillos superiores aumentaban gradualmente de tamaño y sobresalían a través de las comisuras de su labio superior. Entonces supo que estaba en peligro de muerte.
 El sacerdote contempló cómo en los fríos ojos azules de aquel terrorífico ser surgía un extraño brillo que los encendía como si se propagase un incendio en su interior. Era el brillo de un asesino, el brillo de un cazador de hombres.
 Con rapidez, tomó entre sus manos un gran crucifijo y se lo mostró intentando hacerlo retroceder, deseando que aquellas leyendas antiguas fueran ciertas y aquel demonio se evaporara ante sus ojos. Pero no ocurrió. El vampiro estaba de pie frente a él riéndose con burla y crueldad:
¾    ¡Oh vamos, padre! ¿Usted cree que eso podría hacerme algo después de todo el tiempo que paso aquí?
El sacerdote retrocedió asustado y cayó al frío suelo de mármol. Empezó a temblar de terror y no podía despegar los ojos de aquellos ojos sobrenaturales que en ese momento lo escrutaban con malicia. Pero en un golpe de lucidez, levantó su dedo acusador y le gritó:
¾    ¡Demonio! ¡Eres un siervo de Satán! ¿Cómo osas entrar en la Casa del Salvador?
El vampiro volvió a reírse con más fuerza aún, el sacerdote lo miraba con severidad y sin apartar los ojos de él. Ya no tenía miedo, tomó con fuerza el crucifijo entre sus manos y confió en que Dios le ayudaría.
¾    Mire esto, Padre ¾ el vampiro sacó de su bolsillo un pequeño rosario blanco y lo besó frente a sus ojos¾, soy una criatura de Dios, él me creó… ¿Y no dijo su Mesías que todos éramos hijos de Dios, que él nos ama por igual?
¾    Te equivocas… ¾ dijo el sacerdote levantándose de forma torpe sin dejar de señalar al vampiro ¾ Tú no eres una criatura de Dios… eres… un siervo del Diablo… eres el Mal… asesino… pecador…
 De repente, sin que el viejo sacerdote pudiera preverlo, se encontró contra una de las altas columnas de la catedral y el joven vampiro tomándole por la sotana sin apartar los ojos de los de él irradiando una furia y un odio hasta entonces desconocía…
Pero a la vez, aquel vampiro era hermoso y letal, tan hermoso que podría destrozar sus ojos con sólo mirarle una vez más…
¾    ¿Entonces por qué Dios no termina conmigo? ¿Por qué me permite vivir eternamente, vagando por su Creación y asesinando a sus hijos? No… yo también soy parte de este mundo… Él también nos creó… para acabar con los sucios y pecadores mortales.
¾    No…¾ el viejo sacerdote apenas podía respirar¾. No… blasfemes más…
¾    No blasfemo padre…¾ contestó el joven forzando más su agarre y arrancando un gemido de angustia por parte del sacerdote ¾ soy como un ángel de la muerte, un mensajero del Fin del Mundo… Un purificador de almas…
 Al terminar de hablar, tomó su pequeño rosario y con él santiguó al sacerdote como si le diera la extremaunción, sus ojos azules seguían fijos en los pequeños ojos marrones del desgraciado mortal que en ese momento temblaban de terror. Cuando al fin terminó, dijo sólo una cosa más:
¾    Descanse en paz… padre.
 Entonces clavó sus afilados colmillos en el cuello del hombre que gimoteó de forma débil. Sus letales dientes desgarraron la piel del cuello y comenzó a notar en su boca el estimulante y satisfactorio sabor metálico de la sangre. Con sus dos manos ladeó más la cabeza del viejo y empezó a aspirar la sangre sintiendo el familiar calor por todo su cuerpo que le llenaba de vida otra vez.
Pronto sintió que la vida de aquel hombre llegaba a su fin y apresuró su cometido para impedir que de ningún modo tuviera posibilidad de sobrevivir.

Apartó sus colmillos y dejó que el cuerpo se sostuviera en aquella columna durante escasos segundos hasta que empezó a caer por su propio peso. Cuando quedó sentado en el suelo, lo contempló. Allí estaba aquel cura, aún con la mirada de terror en sus ojos vidriosos y el rostro compungido por una mueca de dolor.

Se agachó un momento hasta quedar a la altura de las marcas que le había dejado y pasó sus dedos sobre ellas haciendo desaparecer las huellas de su crimen, del asesinato. 
 Cuando finalizó su trabajo, se levantó y se dirigió hacia la puerta de salida, pero antes se detuvo frente al altar. Frente a él se levantaba la impresionante imagen de Jesucristo crucificado, con aquella característica mueca de dolor y angustia en su rostro… Sentía que le observaba, juzgándole allí donde él se hallaba aún con sus colmillos ensangrentados junto al cuerpo sin vida de aquel siervo de Dios.
Pero él no se arrepintió, simplemente se dio la vuelta apartando aquella mirada de él y se alejó de allí. 

Salió de la gran catedral mientras se echaba una capa sobre la cabeza y contemplaba protegido por la oscuridad de la noche cómo los habitantes de aquella ciudad comenzaban a encerrarse en sus casas… El joven vampiro sonrió, la festividad de los Difuntos siempre provocaba un terror supersticioso e incluso enfermizo en los mortales. Esa era la noche ideal para los cazadores de hombres como él, en la cual el miedo y el toque espectral que se le confería, hacían aún más interesante salir a cazar.
 __________________________________________________________________________________

Por alguna razón que desconozco, me sale el fondo blanco y no soy capaz de cambiarlo... Veré a ver si más adelante puedo cambiarlo.
¡Un beso!

domingo, 14 de noviembre de 2010

Desde Roma... con amor (segunda parte)

Elizabeth siempre pensó que el mejor momento para estar en aquella plaza era al crepúsculo. La Piazza Navona era impresionante, era una de las plazas más famosas de la capital y la más concurrida.


Marco había aparcado la moto cerca de allí y los dos se perdieron por los estrechos callejones peatonales que les guiarían hacia el centro de la plaza. Adoraba pasear por esa zona tan medieval de la ciudad con sus edificios de colores cálidos y sus ventanas venecianas tan características de aquel lugar.
Masas de turistas caminaban en todas direcciones chocando contra ellos y parándoles constantemente para preguntarles dónde estaban diferentes sitios entorpeciéndoles el paso. Eso era algo constante cuando caminaban por allí, todo el mundo pensaba que porque vivían allí de forma constante tenían que saber toda la historia de la ciudad como si fueran guías turísticos.
Marco de repente la tomó de la mano y la obligó a seguirle corriendo sorteando a todas las personas que se cruzaban en su camino. Ella no puso ninguna objeción y le siguió corriendo protegiéndose cada vez que se chocaba contra alguna persona, pero sin dejar de reírse por todo aquello. Se sentía tan feliz…

Por fin llegaron al final de la calle para abrirse ante ellos la maravillosa plaza. Se pararon en la entrada para contemplarla, como cada tarde estaba ocupada por un montón de artistas callejeros que pintaban retratos o caricaturas o simplemente hacían espectáculos para entretener a los curiosos a cambio de unas generosas monedas.

Se adentraron en ella dejándose llevar por el ambiente bohemio que los artistas daban a esa calle. Mientras caminaban se cruzaban con diversos vendedores ambulantes que trataban de venderles objetos que saltaba a la vista su origen ilegal, artistas que exponían para todo el público sus grandes obras sobre el Coliseo romano, el río Tíber con sus múltiples puentes cruzándole o la ciudad de Florencia con su característico Puente Vecchio o tal vez retratos de personas anónimas que se habían ofrecido para ser retratados con todo lujo de detalles y, no podían faltar, turistas venidos de todas partes del mundo que contemplaban fascinados la grandeza de aquella ciudad que era historia viva.

Elizabeth contemplaba maravillada aquella explosión de vida, color y luz que tenía aquel lugar, no se cansaba de contemplar todo lo que le rodeaba para guardarlo en su memoria para siempre y para cuando estuviera lejos de allí pudiera cerrar los ojos y sentir otra vez la vitalidad y alegría de Roma.

Pero notó de repente que Marco volvía a captar su atención acercándose más a ella sacándola de sus ensoñaciones y volviéndola contra sus ojos verdes. Él la miraba intensamente y ello la puso nerviosa haciéndola reír de forma nerviosa:

- ¿Qué es tan gracioso?- preguntó él sonriendo.
- No, nada- contestó ella avergonzada.

Él no dijo nada, parecía pensativo, como si meditara sobre qué decir a continuación y eso la preocupó, ¿acaso esa cita tan perfecta finalmente iba a estropearse de una manera tan drástica? Entonces él, antes de que le diera tiempo a crearse más películas, la miró y dijo:

- ¡Elizabeth! No sé cómo voy a decirte esto sin que pienses que solamente quiero ligar contigo… Pero es que yo realmente te quiero- tomó su mano y la apretó con fuerza como para darse ánimos y prosiguió- Te quise en cuanto te vi y quise conquistarte porque te quería para mí… Eli, ti amo. ¿Querrías ser mi novia?

Ella lo miró como si no se lo pudiese creer, era el hombre por el que llevaba enamorada desde que había llegado a Roma. Se sentía tan feliz que olvidó dónde se encontraba y se lanzó a sus brazos para unir sus labios con los suyos en un arrebatador beso que le robó el aliento al italiano.

Él la correspondió con gusto y cuando se separaron se quedó mirándola sonriendo y preguntó:

- Eso es un sí, ¿verdad?

Ella sonrió y asintió firmemente, ¿cómo iba a decirle que no, si era el hombre que amaba? Ante esto, él volvió a besarla con fuerza y se quedaron abrazados en medio de la plaza sin decirse nada, hasta que:

- ¡Eli!- comenzó a susurrarle él en el oído- ¿te apetece hacer una locura?

Ella se separó para mirarle confusa y preguntó:

- ¿Qué locura?
- ¿Te apetece o no?- preguntó él una vez más.
- Sí…- dijo ella sin estar muy segura.
- Sígueme- dijo él simplemente.

Y llevándola de la mano empezó a correr en dirección a la Fuente de los Cuatro Ríos que se encontraba justo enfrente de ellos, Eli le seguía sin entender pero en cuanto vio que no tenía intención de esquivar la fuente y pensaba meterse en ella, intentó resistirse:

- ¡Marco, no!
- ¿No me dijiste que te apetecía hacer una locura?- preguntó él sin dejar de correr.
- ¡No, no quiero!- contestó ella intentando zafarse de su agarre- ¡nos van a detener!
- Tarde para arrepentirse- dijo él simplemente cuando ya habían llegado a ella.

Sin pararse ni un momento a pensar, Marco la tomó en brazos y ante la mirada estupefacta de la gente, se adentró aún con ella en el interior de las vallas protectoras en dirección a la fuente.

Pronto, el chico notó el agua fría en sus piernas, pero eso no lo hizo retroceder y siguió avanzado hasta que los chorros que caían de la fuente los empapó enteros oyendo un grito de protesta de Eli por ello, pero no le dejó quejarse más.

Sin previo aviso y bajo el agua helada, la besó con pasión con ella aún en sus brazos dejando que el agua recorriera sus cuerpos y sintiéndose mucho más pesado por ello. Ella le correspondió, era una locura lo sabía, pero se sentía bien al hacerlo porque Marco estaba junto a ella. Ya ni les importaba las voces de las demás personas que se quejaban por lo que habían hecho, ni tampoco los carabinieri que se acercaban a la fuente para sacarles de allí sin ninguna delicadeza, sólo importaban ellos juntos besándose bajo la fuente de los Cuatro Ríos demostrando que sin duda, Roma era la ciudad del amor.
__________________________________________________________________________________

De verdad que adoro Roma... Es una ciudad mágica.

¡Muchas gracias por leerme todos! La verdad es que me siento muy bien al saber que alguien disfruta con lo que escribo.