jueves, 31 de marzo de 2011

Adictos a la escritura: Regálame una foto

¡Hola! Aquí me presento con un nuevo proyecto de Adictos a la escritura con una foto que, la verdad, me costó ambientarla en alguna época del siglo pasado... Espero no haberme equivocado con la moda y la época xD. La foto ha sido cortesía de Hadafitipaldi.
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APUESTA

No faltaba nada para que dieran el pistoletazo de salida y sentía que tenía el corazón en un puño. No podía parar de mirar el papel de nuestras apuestas al caballo número 6 y mirar al animal sin terminar de creer que él sería por el que apostábamos lo poco que nos quedaba para poder comer ese día. “Ganador” se llamaba ese caballo... Curioso nombre, seguramente era para atraer a más personas para apostaran por él. Yo lo veía como todos los demás, a decir verdad.

De pronto, mi marido se percató de que estaba arrugando todos los folletos que nos habían dado a la entrada y mi pierna se movía de forma nerviosa. Me tomó de la mano enguantada y se la llevó a su regazo antes de decirme:

- Tranquila Jane, todo va a salir bien, te lo prometo.

Le vi sonreír y acomodar su sombrero color gris de tal manera que le permitiera tener una buena vista del recorrido que llevarían los caballos. Yo me quedé mirándole y pude ver que a pesar de su tranquilidad externa, estaba muy nervioso.
No me extrañaba para nada. Después de aquel jueves negro en el que todo se desplomó no hubo marcha atrás. De pronto, nos vimos en la más terrible miseria. La empresa donde trabajaba mi marido quebró debido a la crisis y dejó sin trabajo a cientos de personas. Incapaces de poder pagar el alquiler del piso que teníamos los dos en Nueva York, nos vimos obligados a volver a nuestros orígenes en busca de mayor fortuna. Tennessee.
Arropados por nuestras familias, ambos decidimos buscar trabajo para salir del bache. Pero el nivel de paro era tan alto en el país que fue imposible encontrar algo que mereciera la pena y al ver que nuestros ingresos cada vez eran más y más bajos, no nos quedó más remedio que agarrarnos a un clavo ardiente. Apostar en las carreras de caballos en el hipódromo de Nashville...

De pronto, el sonido de un disparo al aire me devolvió a la realidad haciéndome estremecer ligeramente. La carrera acababa de comenzar.
La gente empezó a ponerse nerviosa y dejaba de lado los buenos modos para ponerse a animar a su respectivo trotón mientras algunos besaban sus apuestas y tiraban sus sombreros indignados cuando eran adelantados o se quedaban atrás.
Yo, por mi parte, no era capaz de distinguir ningún animal de otro. Apretaba tanto los folletos del hipódromo contra mí que parecía que los pensaba fusionar con mi vestido azul. Sólo esperaba que aquel que se había adelantado tanto fuera el nuestro...
Vi entonces a mi marido a mi lado. Se había levantado bruscamente y se había arremangado la chaqueta gris mientras gritaba a la nada totalmente histérico. Nunca lo había visto así y tampoco sabía cómo interpretar el gesto de su rostro. ¿Nuestro caballo iba el primero? ¿El último? ¿En el medio? Sentía que me ahogaba en mis propios nervios.

La gente a nuestro alrededor aunque histérica, no parecía estar tan nerviosa como nosotros. Daba la impresión de que sólo estaban allí por simple entretenimiento. La verdad es que sentí envidia por ellos.
Me fije en la mujer que estaba sentado al lado mío. A diferencia de los demás, ella había permanecido impasible sentada en su asiento mientras el caballero de su lado que supuse que se trataba de su marido, se mantenía de pie uniéndose a los gritos del resto de personas.
Me pareció muy elegante vestida con un vestido azul con rayas blancas, un abrigo marrón claro y un sombrero a juego con la chaqueta. Al lado de mis ropas más pasadas de moda y un tanto viejas sentí la necesidad de irme de allí para no ir haciendo más evidentes nuestros apuros económicos.

De repente, la grada enmudeció a mi alrededor de tal manera que consiguió de nuevo mi atención y al segundo empezaron a dar gritos de alegría pura. Miré en dirección a las pistas y vi el momento justo en el cual “Ganador” se había salido de la multitud de caballos y lideraba la carrera hasta entrar de forma triunfal en la meta cortando la cinta de golpe. Habíamos ganado la apuesta.
No recuerdo muy bien qué pasó. Pero mi marido y yo nos vimos envueltos por la multitud enardecida por la victoria del caballo por el que habían apostado. Él me besó con toda la pasión que sentía envalentonado por el momento y yo le correspondí con fiereza contenta por fin de que algo nos saliese bien después de toda aquella sucesión de desavenencias económicas y familiares... Quizá ese era el comienzo de nuestra buena suerte.


Ya fuera, esperaba a mi marido con mi bolso entre mis manos mientras él recogía el dinero que habíamos ganado para luego marcharnos juntos a casa. Contemplaba a la gente que había estado junto a mí en la grada. Algunos felices, otros realmente entusiasmados, otros decepcionados... Pero hubo una persona que me llamó especialmente la atención. Era la mujer elegante sentada a mi lado.

Entorné los ojos para cerciorarme de que era ella y cuando terminé por reconocerla me quedé de piedra con lo que vi. Ella y su marido salían del hipódromo discutiendo de forma muy alterada y no parecía nada contentos.
No dejaban de echarse en cara cosas delante de todo el mundo que nadie podía comprender y pude notar que ella aguantaba como podía las ganas que tenía de llorar y evitaba mirar a su alrededor para fingir que no se daba cuenta de que todo el mundo los estaba mirando.

Luego los vi alejarse hasta el aparcamiento donde de la nada aparecieron una mujer mayor con apariencia bastante enferma y un niño de unos cinco años vestido de una forma muy sencilla que corrió en dirección a esa mujer para abrazarla. Su hijo.
Después de haber abrazado ambos al niño y saludado a la mujer, los cuatro se marcharon cabizbajos hacia un coche que estaba aparcado en batería enfrente nuestro. Un coche casi destartalado y que hacía un ruido espantoso al haber sido arrancado. Después de ello, desaparecieron de allí.

Justo en ese momento, apareció mi marido por detrás contento mientras guardaba su cartera en el bolsillo de su chaqueta y me tomaba del brazo. Yo le abracé con cariño y dije:

- Saldremos de este bache... estoy segura.
- Yo también lo creo- contestó él acariciándome el pelo- saldremos juntos de esto.

Entonces, en ese momento, no me importó que mi vestido estuviera pasado de moda y que tuviéramos que apostar en las carreras de caballos para empezar de cero a remontar nuestro futuro. Lo único que me importaba era que tenía a mi marido conmigo y los dos nos apoyábamos y queríamos.
Mientras abrazaba a mi marido, el recuerdo de aquella mujer elegante pero de vida desafortunada vino a mi mente y sonreí al pensar que aunque ella intentase fingir que su vida era perfecta, yo era mucho más afortunada que ella siendo como era.
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Espero que haya sido de vuestro agrado. ¡Nos leemos!