lunes, 11 de julio de 2011

Proyecto Adictos a la escritura

CUMPLEAÑOS DE MUERTE

Hoy es un día especial. Hoy cumplo un año, un año desde que morí. Lo sé, quizá no es una fecha muy alegre ni especial, pero en realidad sí lo es. Cumplir un año es importante, porque ya dejas de ser un recién llegado en el paraíso de los muertos y pasas a ser un miembro totalmente aceptado.
Mi madre adoptiva me peina en nuestra habitación. Es una preciosa mujer vestida con un traje de cortesana del siglo XV, creo que la corte de algún rey de Francia. Ella llevaba aquí muchísimo tiempo, me contó que ella murió por envenenamiento, por ello no había ninguna marca en su cuerpo blanco de muerte. Cuando llegué ya un año atrás, ella me adoptó, decía que en vida siempre había querido tener una niña a la que mimar y cuidar.
Ella me sonreía. Esta tan o más ilusionada que yo. Aún esperábamos impacientes a que todos los invitados viniesen. Esperaba impaciente.
-          Ya verás me decía madame Catherine emocionada. Será maravilloso, me acuerdo de cuándo fue mi primer cumpleaños como miembro del país de los muertos. ¡Es algo que nunca se olvida!
Yo iba a preguntarle qué fue lo que le había pasado, cuando de repente la puerta de nuestra habitación se abrió. Por ella, pasaron multitud de personas, miembros de la sociedad del país de los muertos en la que yo me encontraba que ya conocía y me habían aceptado.
Se acercó a mí Johnny, uno de mis amigos de aquí. Tenía mi misma edad, por ello conectamos enseguida. Era un niño que nació en México, pero que murió en la década de 1950 al tratar de escapar de la pobreza y cruzar la frontera con Estados Unidos, algunas marcas en sus muñecas de haberse cortado con los alambres que lo separaban de su libertad eran prueba de ello. Él me sonrió y me dio un abrazo felicitándome. Era realmente especial.
Detrás de él, se encontraba el portavoz de nuestra sociedad, un hombre de cuarenta años con una marca de un disparo en la cabeza, motivo de su muerte. Él también me sonrió y me entregó algo que reconocí enseguida:
-          ¡El medallón de mi madre! exclamé emocionada.
-          Fue una de las cosas con las que fuiste enterrada me explicó el hombre entregándomelo. Cuando ya cumples un año entre los muertos, has dejado de vagar entre la muerte y la vida y, entregándote esto, es el símbolo de que dejas a atrás la vida en la Tierra.
Yo sonreí y lo llevé a mi pecho con emoción. Creí que nunca volvería verlo en la vida. Era el mejor regalo que me podrían haber hecho.
Pero cuando vi que madame Catherine me contemplaba con una sonrisa cómplice que no se había ido con la entrega del medallón, supe que había algo más.
-          Además de este medallón proseguía nuestro líder sin apenas mirarme, también podrás hacer una cosa que sólo se te permitirá una vez. Podrás estar en el mundo de los vivos para ver a tus seres queridos una vez.
-          ¿De veras? pregunté emocionada. Era tan increíble que no me lo podía creer.
-         Pero sólo podrás hacerlo durante diez minutos contestó él. Después volverás aquí.
-          Es más de lo que podría desear dije yo de forma firme.
Todos los allí presentes sonrieron antes de verme envuelta en extrañas formas. Pude vislumbrar antes de desaparecer de mi vista el rostro aristocrático de madame Catherine sonriendo y el alegre rostro moreno de Johnny que me deseaba suerte con devoción.
Un momento después, parecía llover. Abrí los ojos y me encontré con un día lluvioso, no podía sentir las gotas de lluvia, pero podía oírlas. Miré por todas partes y pude identificar la que fue mi casa cuando aún vivía. Fui hacia ella y me encontró con una imagen que me enterneció.
Allí estaban mis padres. Parecían muy contentos y reírse sin parar. Me acerqué donde se encontraban y pude ver que ambos se encontraban hablando entre carcajadas y se contaban anécdotas del pasado en las que yo también era protagonista. Pude ver que mi madre sostenía entre sus brazos una foto mía, hecha el mismo año que morí y que se aferraba a ella como si tratase de lo más importante de su vida.
-          No puedo creer que ya haya pasado un año oí decir a mi padre en un tono más serio, haciendo que mi madre dejase de reír.
-         Lo sé… contestó ella abrazando más mi foto. Seguro que está entre los ángeles sonriendo y vigilando nuestros pasos.
-          Por eso yo pienso que no deberíamos rendirnos nunca dijo mi padre. Por ella.
Entonces los vi abrazándose, con un amor que se podía sentir en todas partes y un cariño que me enternecía. Ellos seguían adelante a pesar de todo. Todo lo que hubiera deseado yo.
Recordé sin darme cuenta, cómo fueron mis últimos días de vida en esa cama de hospital con los dos a cada lado mío deseando con que pudiese sobrevivir del tremendo impacto que recibí en la cabeza tras el accidente de coche o que al menos no siguiera sufriendo. No recuerdo el dolor, ni los analgésicos que me suministraban ni las operaciones, sólo los rostros derrotados de mis padres por lo que me había pasado. Por eso, el verles felices era lo mejor que podía llevarme al otro mundo.
Pero llegaba el momento de irme y dicha imagen desapareció de mi vista, pero me pude marchar con la conciencia tranquila. Ese sin duda había sido el mejor regalo que me podrían haber hecho por mi cumpleaños de muerte.
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Me ha salido una mezcla extraña de Harry Potter, novia cadáver, Bleach y creencias católicas... Pero el resultado es bastante satisfactorio dentro de lo que cabe.
¡Espero que os guste!