¡Hola!
Feliz año y todas esas cosas que no he podido decir antes. Espero que hubierais
pasado unas estupendas fiestas. Estreno el blog este año 2014 con un proyecto
de Adictos a la Escritura “Escritura sorpresa”, que consiste en elegir una foto
y ésta trae consigo un género sobre el que debe ir la historia que, a su vez,
tendrá que ver con la foto elegida. En mi caso fue el género romántico. ¡Espero que os guste!
Boulangerie-Patisserie
Marianne era una pequeña pastelería ubicada en el Barrio
Latino de París, con más de cincuenta años de dedicación a la repostería
francesa. Una jovencísima Marianne Fournier logró sacarla adelante en medio de
una durísima posguerra que había asolado Europa tras la caída de Berlín en la
Segunda Guerra Mundial. De familia pastelera, Marianne sacó partido a su amplia
experiencia y devolvió a su devastada familia su sustento. Pero eso es otra
historia.
Sesenta años después,
Marianne Fournier murió dejando tras de sí un negocio totalmente quebrado por
la crisis y un reguero de deudas que recayó sobre sus únicos descendientes: su
hijo Clément y su nieta Audrey. Todo lo que la joven Fournier de la posguerra
había levantado de la nada parecía haber muerto junto a ella, pero no fue así.
Audrey Fournier había heredado
el espíritu luchador de su difunta abuela y la pasión por la repostería. Por lo
que, reacia a abandonar aquello que tanto significó para su abuela, abandonó su
carrera en arquitectura técnica y decidió tomar las riendas del maltrecho
negocio. Sabía que la juventud parisina deseaba rescatar las mejores
tradiciones de su patria, un tanto olvidadas por la destructiva globalización,
y que los ancianos nostálgicos de aquellos “tiempos mejores” morían por
rememorar.
Por ello, decidió unir
en una sola carta los dos elementos más emblemáticos de su existencia: la
receta más cotizada y buscada de macarons de su abuela Marianne y sus conocimientos
de arquitectura que en tantos años había adquirido. Meses después, en todo
París ya era otra vez recordada Boulangerie
Marianne y ahora también conocida por su magnífico escaparate decorado con
monumentos históricos hechos en su totalidad con macarons.
Las noticias sobre
aquellas pequeñas edificaciones corrieron como la pólvora y todos acudían a esa
discreta calle cerca de Place Saint Michel sólo para descubrir qué nuevas obras
encontrarían esperándoles. Bien podían encontrarse con la torre Eiffel, la
catedral de Notre Dame o la Sagrada Familia de Barcelona; cada semana aparecían
nuevas figuras para que los clientes no la olvidasen tan deprisa.
Audrey solía encerrarse
en la parte trasera de la tienda a realizar sus obras mientras dos dependientas
atendían el negocio de cara al público. Pero esa semana, después de un año de
escrupuloso cumplimiento con su escaparate, iba a hacer una excepción y no
construiría ninguna figura. Tenía otra cosa en mente y debía ser perfecto, así
que mientras escuchaba el trasiego de los clientes al otro lado de la tienda,
echaba un tercer vistazo a un trozo de papel que tenía pegado en la campana de
su cocina y añadía el colorante a un recipiente. Ya tenía casi todo terminado y
no podía esperar a que llegara la hora de cerrar.
Cuando su deseo se
cumplió, se encontraba despidiéndose de sus dependientas mientras ella se
afanaba por ordenar el nuevo escaparate; unas cortinas opacas bloqueaban la
vista del exterior porque sabía que su cambio de escaparate se había convertido
en todo un espectáculo para los viandantes. Consultó su reloj y sacó de su
bolso un pequeño espejo para ver si todo en ella seguía en orden, justo en ese
momento la campanita que daba la bienvenida a su establecimiento sonó. Él ya
había llegado.
Se volvió hacia la
puerta y sonrió; él le devolvió la sonrisa con la misma intensidad. Frédéric
era su novio desde hacía un año y cada día que pasaba junto a él sentía que sus
sentimientos eran tan intensos como la primera vez. Él dejó el casco de su moto
en el mostrador y se acercó a ella para saludarla con un largo beso. Nunca se cansaría
de su forma de besarla.
- —Bueno, ¿y a qué se debe que me hayas
hecho venir hasta aquí? ¿Quieres torturarme?
- —Tengo una sorpresa para ti—contestó
ella sonriendo y añadió—. ¿Aún recuerdas cómo nos conocimos?
Vio cómo asentía y notó
que sus ojos brillaban al recordarlo. Ella le besó otra vez antes de deshacerse
de sus brazos y acercarse al escaparate. Tomó entre sus manos una bandeja que
había tapado y la descubrió ante sus ojos. Vio cómo el rostro le cambiaba de un
gesto de expectación al de la pura sorpresa y ello le hizo sonreír. Pero no
pudo pensar en nada más porque fue repentinamente apretada contra sus brazos y se
encontró en el aire dando vueltas sólo sujetada por él.
- —¿Lo has hecho por mí? ¡Gracias, gracias!
¡Te quiero!
Ella le ordenaba entre
risas que la soltase por miedo a que la bandeja perdiese el equilibrio y se
cayese al suelo, pero entendía su alegría.
Recordaba también cómo
se conocieron. Había sido un día que ella había sorprendido con una figura de
la pirámide de Keops hecha con macarons y él había ido hasta allí en calidad de
reportero de un programa de sociedad de la televisión pública. La entrevistó y
congeniaron al instante, pero cuando ella le ofreció uno de sus famosos macarons,
rehusó y, con mucho pesar, le confesó que era celiaco y que solo podía mantener
una dieta sin gluten para poder encontrarse sano.
Aquello siempre les
dolió a ambos, ya que sentían que era una barrera que los impedía congeniar del
todo. Pero entonces descubrió que en varios supermercados comenzaban a comercializar
cientos de alimentos sin gluten, así que decidió cambiar ligeramente la receta
de su abuela para poder crear la primera partida de macarons y otros dulces sin
gluten que vendería a partir de ese día; al día siguiente a primera hora, los
parisinos encontrarían su escaparate lleno de bandejas de dulces sin gluten y
una invitación a probarlos gratis a todo el que gustase.
No se había dado cuenta
hasta que vio a Frédéric probar uno de los macarons que había vuelto a
conseguir unir dos aspectos importantes de su vida en uno solo: su amor por su
pastelería y el que sentía por Frédéric.
FIN.
Tuve mucha suerte al elegir la foto, ya que el género que me tocó fue el
romántico y no me costó nada que se me ocurriera algo decente. La verdad es que
no sé muy bien cómo se escribe el nombre de estos dulces franceses, pero para
no crear confusión con los macarrones, he decidido escribirlo así. Espero que
os haya gustado. ¡Un besazo!
Hola, me ha encantado el relato. Como me encanta la romántica y más si la historia transmite y la tuya lo hace. Sencilla, amena y muy romántica. Enhorabuena!!!!
ResponderEliminarMuy romántico y con un toque nostálgico en el principio, me encantó :)
ResponderEliminarCoincido con Inna sobre el comienzo de la historia.
ResponderEliminarOtra vez, la delicia de leer está en soñar. En una entrevista a Nigella Lawson leí que su esposo aparentemente no come lo que ella hace.
Horror!
Tu historia me ha devuelto la fe en aquello de que el amor entra por la cocina :)
Abrazos.
Buenas noches, mucho gusto :)
ResponderEliminarEl género es de mis preferidos, y creo que tu relato está muy bien logrado, no sólo por el tono nostálgico que mencionan más arriba, sino también por el buen perfil de los personajes.
Un beso,
Ellora
Un interesante relato. Describes muy bien la situación para que el lector se imagine en su mente todo lo verdaderamente importante del mismo. Te doy mi enhorabuena, me gustó mucho.
ResponderEliminarUn relato muy dulce!! y muy acertado para la imagen que elegiste. La pastelería va cambiando con el paso del tiempo y las generaciones de la familia. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn abrazo!
Felicidades por tu relato, romántico y dulce, saludos.
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarGuau, no puedo decir otra cosa. Que historia tan atrapante, nostálgica y tierna. Fue un placer leerte, está muy bien narrado y atrapa al instante. Y que conste que yo no soy mucho por lo romántico :-P
Felicidades!!
Abrazo!!
Osnolasaga: Una delicia de relato, literalmente.
ResponderEliminarGracias por la invitación a degustar tan comestible y romántica historia.
Cariñosamente: Doña Ku
Un romanticismo que envuelve, escrito con gran sencillez se deja leer con agrado y complicidad. Enhorabuena.
ResponderEliminarHola, encanto!
ResponderEliminarQué bien se te da el romance y cómo nos haces vivir la escena!
Hermosa tu historia!
Besotes!
¡Hola!
ResponderEliminarFascinante relato. Dulce, sencillo y delicioso. Gracias por compartirlo.
Un beso!
Comprendo lo que dices de que fue difícil, pero te quedó muy bien. Hubo un momento en que pensé que era extraño que saliera de la nada él, pero luego vi que estabas dando la información en ese orden justamente.
ResponderEliminarMe gusta la forma en que lo planteas, porque algo muy importante en el amor es justo eso: la capacidad de unir amores y de encontrar un espacio en común.
Muy tierno tu relato, enhorabuena. Me gustó mucho la idea de recuperar una tradición y el adaptarla a los nuevos tiempos.
ResponderEliminarUn relato dulce, pero para nada empalagoso. Tierno, sin llegar a agobiar. Un romanticismo delicioso y una idea excelente donde se junta lo nuevo con lo viejo. Enhorabuena ;)
ResponderEliminarMe ha encantado la escena final ^^. Así que se llaman macarons. Yo no tengo ni idea de esas cosas, pensaba que eran galletas de colorines XD
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