¡Hola! Hacía muchísimo
tiempo que no me pasaba por aquí y me alegro de volver a retomar esta afición
que tantas alegrías me ha dado. El proyecto de este mes es YO, consiste en
escribir un relato desde el punto de vista de una persona del sexo opuesto al
nuestro y en primera persona. Espero que disfrutéis de mi pequeña aportación.
¡Un beso!
ADRENALINA
Era un día soleado y
los primeros resquicios de la primavera estaban empezando a asomarse. Consulté
el reloj que gobernaba la instancia y contemplé asqueado que aún no pasaba del
mediodía; hasta las dos no podría marcharme a casa.
Pero, como siempre, al mal
tiempo, buena cara. Preferí tomármelo con filosofía y comenzar la rutina
laboral con el mejor humor posible, los clientes lo merecían. Caminé por el
local silbando con alegría y saludando a todo el que entrara con un agradable
movimiento de cabeza; el día tenía que ser perfecto.
En ese momento,
apareció por la puerta el director de la sucursal bancaria y me saludó con la
misma educación que acostumbraba desde que empecé a trabajar aquí para el Banco
Popular. Llevaba más de un año de vigilante jurado en aquella céntrica sucursal
y no podía estar más cómodo en ningún otro sitio.
Una vez que el director
se internó en su despacho y comprobé que todo seguía el curso normal de un día
laborable, me mantuve al lado de la puerta de entrada, imperturbable, como si
la seguridad de aquel lugar fuera lo primordial en mi vida. Sin embargo, no era
así; lo único que a mi mente venía era el jugoso asado que seguramente me
esperaba en casa cuando por fin fuera liberado de mi obligación.
Tan enfrascado me
encontraba degustando mentalmente tal manjar, que tardé en percatarme de que
dos nuevos clientes habían accedido al banco. Me golpeé mentalmente en la
cabeza por andar tan distraído y les observé.
A simple vista,
parecían dos veinteañeros bien vestidos y formales, pero algo no terminaba de
encajarme en tal cuadro. Los observé más detenidamente, se les veía
especialmente nerviosos y muy pegados el uno al otro; como si cuchichearan. Uno
de ellos, vestido con un traje azul marino, miraba a ambos lados, como si
analizase cada rincón del lugar donde se encontraban; también reparó en mí tras
un simple vistazo y aquello disparó todas mis alarmas. Algo me decía que
aquello no iba a terminar bien.
De pronto, como en una
fracción de segundo, ambos individuos
desenfundaron armas y comenzaron a disparar al techo, asustando a los
diez clientes que se encontraban delante de ellos.
- —¡Todo el mundo al suelo, coño!—gritó el
joven vestido con un traje gris apuntando al joven bancario que tenía enfrente,
quien se había quedado paralizado.
Mi mente quedó en
blanco, no atendía a nada a su alrededor. Simplemente tenía que detener a aquel
par de bastardos antes de que ocurriera una desgracia. Una fuerte sensación de
temeridad embargó mi cuerpo y me llenó de fuerzas para cruzar el pasillo que me
separaba de ellos.
El hombre del traje
azul marino fue el que me encaró y se lanzó a por mí, dejando espacio a su
compañero para seguir intimidando a los clientes. No pensaba permitirlo, iba a
reducirlos en ese momento. Comencé a forcejear con el delincuente, era más alto
que yo, pero podría reducirlo sin problemas. Se notaba que no tenía experiencia
en pelea cuerpo a cuerpo como tenía yo en mis años en el servicio militar y que
la fuerza de su cuerpo no era comparable a la mía.
Lo tomé del brazo
derecho donde sujetaba su arma y lo obligué a ponerlo detrás de la espalda; así
logré que se le aflojase la mano y soltase el arma. La mandé lejos de una
patada.
Pero, de repente, un
fuerte golpe en el cuello, seguido de un repentino dolor que me sorprendió en
el proceso de reducción. Recuerdo haberme quedado estático, sintiendo el dolor
más espantoso e insoportable que había tenido en toda mi vida por toda mi cara;
la vista comenzó a nublárseme y noté cómo alguien me tiraba al suelo de muy
mala forma. Lo último que vi, antes de hundirme en la oscuridad fue el cañón de
una pistola apuntándome a la cara mientras oía gritos de terror cada vez más y
más lejanos.
Mis ojos se abrieron de
forma pesada y dolorosa. Lo primero que recibieron fue un fuerte color blanco
que me había hecho daño al mirar, noté cómo mis párpados se cerraban y abrían
varias veces hasta que lograba acostumbrarme a la luz y a la claridad.
Traté de moverme, pero
me encontraba tumbado y muy atolondrado como para saber qué hacía. De pronto, el sonido de
alguien acercándose llamó mi atención y me volví lentamente hasta encontrarme de frente con el
preocupado rostro de mi mujer. Entonces todo lo acontecido volvió a mi mente
con una fuerza que me sobrepasó: el sonido del gatillo apretado, los gritos
aterrorizados de los clientes, los insultos de los delincuentes.
Noté que mi mujer se
había acercado apresurada a la camilla y me obligaba a permanecer tumbado, la
obedecí. Me dolía tanto la cara a causa de mis acciones anteriores que no
hubiera podido oponerme aunque hubiera querido.
Iba a preguntar dónde
me encontraba y a qué se debía tanto dolor cuando entró un médico por la
puerta. Éste me examinó las pupilas y me hizo distintas preguntas que contesté
sin problema; después de indicarme que no había sufrido secuelas cerebral a
causa del impacto de la bala, me explicó lo que había ocurrido. La bala había
terminado alojada en mi boca llevándose a su paso varios nervios faciales y
había sido intervenido durante las últimas horas con urgencia y no había estado
estable hasta esta misma mañana.
Yo escuchaba todos los
términos médicos fingiendo un conocimiento que no tenía, hasta que finalmente
pregunté:
- —¿Qué fue de los atracadores? ¿Los
cogieron?
- —No se sabe nada todavía—contestó mi
mujer, quien sin darme cuenta había cogido mi mano—. Dicen que activaron la
alarma y huyeron en un coche que abandonaron poco después- después de darme esa
escueta explicación, comenzó a reñirme—. Eres un inconsciente. ¿Cómo se te
ocurre intentar reducir tú solo a dos hombres armados? Es que nunca cambiarás.
Yo sólo sonreí. Aquello
era algo propio de mí, pero me sentí más tranquilo al saber que nadie más había
resultado herido de aquel atraco. Orgulloso por mi hazaña, tomé las manos de mi
mujer y traté de hacerla sonreír, aunque en ese momento fuese una misión
imposible.
FIN. Espero que os haya
gustado. No estoy muy segura del final, creo que me ha quedado un tanto
abrupto, pero me quedaba sin espacio y no era capaz de cortar por ninguna
parte. Bueno, esta historia está basada en una historia real y es especial para
mí porque fue a mi abuelo al que le pasó hace más de treinta años en Madrid. Siempre
he pensado que es más propio de hombres dejarse llevar por la adrenalina en
situaciones límite y actuar sin pensar (en general, claro). Mi abuelo siempre
fue un hombre impulsivo y nunca renegaba de actuar cuando alguien le
necesitaba, por eso sé que, a pesar de ser su deber, no hubiera podido evitarlo
enfrentarse a ellos. ¡Gracias por leerme!
Que el relato esté basado en algo tan personal tuyo, creo que es lo que le ha dado vida. Porque al leerlo, siento perfectamente lo que siente el personaje. Se nota que lo has escrito desde el corazón.
ResponderEliminarUf, pues no es fácil escribir desde las situaciones que nos han tocado tan íntimamente. Coincido en que los hombres tienden más a actuar sin pensar en situaciones como estas.
ResponderEliminarEl relato está muy bien, sólo hay una frase confusa "El sonido de alguien acercándose y me volví lentamente hasta encontrarme de frente con el preocupado rostro de mi mujer".
Besos!!
¡Ala, tienes razón! Me he comido la mitad de la frase y no me he dado cuenta en ninguna de la correcciones, ahora lo corrijo. ¡Muchas gracias!
EliminarOsnolasaga: Bastante fluido tu relato y muy real.
ResponderEliminarMe gustó.
Con cariño: Doña Ku
buen relato, no pensé en una historia real. Felicidades
ResponderEliminarte dejo un beso
Has mostrado la realidad en tu historia, Cris, tal como lo debió vivir tu abuelo.
ResponderEliminarEn esa época menudearon los atracos, sobre todo con "recortadas". Tuvo suerte de poderlo contar.
Me he encontrado con tu blog y aquí estoy.
ResponderEliminarCreo que has mostrado muchísima realidad en tu historia. Como si realmente fueras tú quien la ha vivido.
Mil besos.
Te espero por mi blog, a ver si te apuntas al concurso.
Besos.
Un relato entretenido, lleno de acción y buenas intenciones, aunque a tu abuela no le haría ni pizca de gracia ;)
ResponderEliminarGuauuu, me llevaste volando, ni siquiera respiré para ver en qué terminaba la historia!!
ResponderEliminarMuy fluída, realmente y que bien llevada. Te felicito!!
Y sí, frente a situaciones así uno se envalentona y sólo piensa en las consecuencias después. Pero muy valiente tu abuelo :-)
Besote!!
Está genial, me ha encantado de principio a fin. Muy bien narrado y redactado, y muy interesante que la historia sea real, un tanto temerario tu abuelo jeje
ResponderEliminarNos leemos :)
Nos leemos :)
¡Tremendo!
ResponderEliminarNo encuentro abruto el final... podrías ponerlo todo más dramático, sí, pero no creo que sea necesario dada la naturaleza del relato.
Está bien, y más si te basas en algo real ^^.
ResponderEliminarPD. Es una odisea la palabra de verificación ¿No puedes quitarla?
Hola, creo que es un relato bien narrado, me gusto como creció la acción, y al final me sentí muy aliviada de que el protagonista estuviera bien.
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