lunes, 31 de enero de 2011

Adictos a la escritura. Cambio de visión.

¡Hola! Este es un nuevo proyecto de Adictos a la escritura y el primero de este año. Yo me siento muy identificada con una de las visiones cuando voy a un concierto y es algo que me ayudó a escribir esto.


SIEMPRE MI ÍDOLO
Las luces se apagaron y entonces los gritos desgarradores de todos los allí presentes invadieron el espacio produciendo que un fuerte escalofrío recorriera mi espalda y unas inesperadas ganas de echarme a llorar se adueñaron de mí. No podía ser. Ya había empezado y me encontraba en la primera fila.
Las largas horas pasadas esperando en la puerta enfrentándome al frío invernal y el cansancio acumulado por dormir poco habían merecido la pena… De pronto él salió al escenario. Tan guapo, tan inalcanzable, su voz tan cautivadora… ¿Otra vez llorando? Tengo que calmarme o me perderé lo mejor…
Parada frente a la valla que me separa de él podía verle moverse de un lado a otro con su micrófono mientras miraba al público y sonreía de esa manera tan maravillosa que sólo él era podía hacer. Sabía que aunque pasara sus ojos sobre mí, no me vería y sería confundida por la multitud de personas que, como yo, vestían de riguroso negro y sus cabellos estaban tan teñidos de colores estrafalarios como el mío. De pronto me sentí pequeña e insignificante ante su grandeza y divina aura.
Mientras le veo ahí cantando está justo enfrente de donde estoy yo… Está cantando mi canción favorita con un sentimiento que me roba el alma y la gente a mi alrededor se entrega a cada nota de su voz como si todo lo que hubiese en el mundo fuese lo que giraba en torno a él.
Mi canción favorita. Recordé de pronto mi promesa que me hice cuando tocasen mi canción favorita. Así que decidí  no perder el tiempo.
Levanté del suelo una enorme pancarta y alcé los brazos hasta mi límite, esperando que él pudiera verlo. No escuchaba los ruidos de las personas que se encontraban detrás de mí gritando que apartara la pancarta. Yo sólo me preocupaba de que él la viera… Pero de pronto, uno de los encargados de la seguridad, de un tirón me la quitó y la tiró al suelo dejándome sin posibilidad de seguir mostrándola.
Deprimida por no haber logrado mi objetivo, decidí seguir viendo el espectáculo notando como cada vez me ilusionaba más y pensando que era el mejor concierto de la historia… Cuando de repente, él dejó de cantar y se dirigió a mí. Enmudecida, me quedé mirándole a los ojos cerciorándome de que realmente me miraba a mí… ¡Y así era!
Me tendió la mano y me ayudaron a pasar hacia el escenario. ¡Me estaba sacando mi cantante favorito al escenario! Entonces me di cuenta de que a pesar de que me la habían quitado, él había leído mi pancarta y mi sueño se cumplía.
Entonces sin mirar atrás ni ver qué reacción tenían mis amigos, di un paso para unirme a los brazos de mi ídolo que me recibían con todo el cariño que pudiera profesarle a un simple fan… pero no me importaba.


MIS FANS LO SON TODO
Oía los gritos desesperados de las personas que allí me esperaban. Moría por salir y darles el mejor concierto de su vida, pero aún tenía que esperar. Aún teníamos que contar con que la espera acrecentara las ganas de los fans por dejarse la piel al son de mis canciones.
Cuando me dieron la señal para que saliera, sentí ese ya conocido hormigueo en el vientre que siempre sentía cuando llegaba el momento de ponerme en medio de un escenario delante de miles de personas. A pesar de haber dado ya muchos bolos en mi vida, aún sentía ese nerviosismo e inseguridad. Simplemente no me creía capaz de rendir a tantas personas.
Sabía que muchos de ellos llevaban varios días haciendo cola y ello me hacía sentirme más en deuda con ellos temiendo decepcionarles y haberles hecho perder el tiempo en vano… Mejor no pensar en ello.
Salí al escenario dejando atrás los miedos y los nervios para centrarme en las dos únicas cosas que me importaban en la vida: mi música y mis fans. Comencé a cantar al son de los primeros acordes de mi guitarrista. Después me olvidé de todo. No existían preocupaciones, no existían nervios ni existía nada más que este concierto. Sólo existíamos ellos, la música y yo. Nada más se interponía.
Mis seguidores cantaban conmigo y movían sus brazos al son de la música y de vez en cuando permitía que ellos fueran los protagonistas cantando partes de las canciones que yo olvidaba momentáneamente para luego volver a recuperar con más fuerza gracias a ellos.
Sonreí de pronto. Ahora era el turno de mi canción favorita y, según parecía, de la mayoría de mis seguidores. Así que pensaba dejarme la piel en ese momento clave que terminaría por poner el broche a la noche.
De pronto, alcé la vista y me encontré de cara con una enorme pancarta que había levantado una chica en la primera fila y sin poder evitarlo, la leí “Si me sacas, te bailaré la Macarena en el escenario”.
Tuve el impulso de echarme a reír, pero justo en ese momento, vi como se la habían quitado y se la habían arrojado al suelo de mala manera. Pude fijarme que ella no se había dado cuenta de que lo había visto y en ese momento parecía decepcionada, así que decidí hacer algo por ella.
Extendí el brazo hacia ella cuando vi que me miraba y junto con los encargados de seguridad la ayudé a subir. Cuando subió al escenario, nos fundimos en un abrazo que ella correspondió como si la vida le fuese en ello y luego vi la expresión de su rostro. Supe que ella se había dado cuenta de que había visto su pancarta y la felicidad no cabía ya en su expresión. Haría que ese día jamás lo olvidase.
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Lo de la pancarta de la Macarena es auténtico. Mi amiga se la sacó a Billie Joe Armstrong cuando fuimos al concierto de Green Day en Madrid, pero por desgracia se la quitaron antes de que él lo viera.