¡Feliz Navidad a todos! Creí que no tendría tiempo para poder publicarlo, pero tuve que volver antes de tiempo de las vacaciones, así que me encontré con tiempo para poder escribir.
El tema es retorcer al monstruo y se trata de un demonio porque fue elegido por votación.
¡Espero que os guste!
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EL FRUTO PROHIBIDO
Al morder la manzana que ese extraño ser que se hacía llamar Diablo me ofreció, sentí el mundo no volvía a ser el mismo.
Noté una inexplicable necesidad por conocer qué era lo que había más allá de aquel paraíso que me había sido otorgado, otra extraña urgencia de correr por aquel desconocido mundo y descubrir las verdades que nadie más que yo pudiera descubrir y una inexplicable sed de conocimientos que luchaba por salir de mi interior.
De pronto, todo lo que había a mi alrededor, me resultaba poco atrayente. Necesitaba más y más conocimientos y un extraño cosquilleo pululaba por todo mi cuerpo ante la posibilidad de retos que parecía inalcanzables…
Extrañada, miré hacia aquel ser que en ese momento me miraba con satisfacción. Como si conociese cuáles eran los síntomas que estaba sintiendo en ese momento. Pregunté entonces furiosa, al no ser capaz de comprender:
¾ ¿Qué es lo que me has hecho?
El Diablo sólo sonrió con aquella terrorífica sonrisa que en ese momento tan misteriosa me parecía y dijo:
¾ ¿Ahora comprendes por qué tu Dios te prohibió tomar el fruto de este árbol?
Contempló el resto del fruto que aún no había comido intentando averiguarlo y de pronto recordé el nombre por el que había sido llamado ese árbol. “El árbol del Conocimiento”. Pero antes de que pudiera decir nada, el Diablo volvió a hablar:
¾ Éste es el árbol de Conocimiento. Si comes fruta de él, tu mente se abrirá y una inexplicable sed de saber correrá por tus venas… ¡Tenlo! Es el regalo que yo te ofrezco. ¡Úsalo bien!
Entonces asentí. Él entonces desapareció tras una nube de polvo y me quedé sola intentando descifrar todos aquellos nuevos sentimientos que se cernían sobre mí. Necesitaba salir de aquel paraíso donde me sentía presa. Necesitaba encontrar nuevos lugares, cambios de aires, conocer nuevos mundos…
Sin pensarlo dos veces, me escapé del paraíso de mi Dios enfrentándome a aquellos nuevos retos que mi cuerpo pedía. Utilizaría aquel regalo para satisfacer toda esa necesidad de sabiduría.
Años después, volví a encontrarme con él. Su siniestra forma ya no me asustaba. Sabía que quería saber si había utilizado su regalo, así que preguntó sin más:
¾ ¿Y bien? ¿No tienes nada qué contarme?
Medité pesadamente lo que tenía que decirle y finalmente hablé:
¾ Durante todo este tiempo, he viajado sin tregua. He conocido grandes lugares y a distintas personas. Me he enfrentado a grandes retos de los que he salido airosa y también perjudicada. Y por supuesto, he aprendido una cosa muy importante.
El Diablo arqueó una ceja expectante y preguntó:
¾ ¿Sí? ¿Y de qué se trata?
¾ Que sólo yo soy dueña de mi Destino. Que ningún Dios divino puede juzgar mis pasos ni crea mi destino. Sólo yo soy capaz de formar mi propio camino.
Esa fue mi sentencia final. El Diablo me miró durante un segundo fijamente, pero justo después me sonrió y me dijo:
¾ Muy bien. Ese era en realidad mi regalo. Espero que nos volvamos a ver alguna vez.
Y tras decir, esas últimas palabras se fue. Nunca más volví a encontrarme con él, sólo me quedé con ese regalo que nadie me había otorgado nunca. La libertad.
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Mi versión del Edén. ¡Un beso a todos!