¡Hola a todos! Mucho
tiempo sin publicar nada y ya era hora de hacerlo. El proyecto de este mes
consiste en tomar un título propuesto por otro compañero y desarrollar un
relato a partir de él. Le agradezco a Maga Delin por el suyo.
¡Espero que os guste!
El rugido de la desesperada masa de espectadores
llegó a sus oídos. Era un sonido que, aunque, en ocasiones, le arriesgaba a
perder el sentido del oído cada vez que se acercaba demasiado a ellos, nunca se
cansaba de él. Era como una droga de la cual necesitaba más y más:
- — ¡No
os oigo!—los alentaba más y éstos le respondían desgañitándose.
De pronto, con el rabillo del ojo, vio a su
asistente en escenario acercándose con su guitarra acústica en mano. Él la tomó
entre sus manos con sumo cuidado y se pasó la banda por detrás de su cabeza
ajustándola a su pequeño cuerpo.
Un solo foco invadió el espacio que él ocupaba,
quedando a oscuras todo lo demás. Todo a su alrededor quedó en silencio, sabían
a qué se anticipaban y él sonrió al ver lo eficientes que eran sus fans con su
lista de canciones.
Hizo vibrar las cuerdas de su guitarra, probando que
ésta respondiese a su ruego y miró a su público. Sonrió con dulzura, antes de
comenzar los primeros acordes de la canción más lenta y desgarradora de su
discografía.
Sólo el sonido acústico de su guitarra llenaba el
lugar, arrojando un eco lastimero que contagiaba a los espectadores. Pronto, su
voz grave y rasgada la acompañó, entonando la letra de su más conocida canción,
elevando la frecuencia en los tonos más desesperados y agravando la voz cuando
la letra se volvía más oscura.
Sentado en un largo taburete, se enfrentaba él solo
a aquella masa, la cual ni pestañeaba ante su imagen. Eran su voz y su guitarra
sin arreglar, sin edulcorar, como la primera vez que se enfrentó a un directo
ya muchos años atrás. Adoraba esa sensación y esa canción, por ello siempre se
enfrentaba con ella sin nada que le asistiera en el escenario más que su
micrófono y su más preciado instrumento.
Entonces el estribillo llegó y no pudo evitarlo,
derramó unas lágrimas que nunca era capaz de mantener a raya. Echó la cabeza
hacia atrás mientras tocaba el solo acústico sin su voz, pero no pudo evitar
que las pantallas del escenario captasen aquellas repentinas lágrimas. El
público también lloraba porque sabían lo que aquella canción significaba para
él.
Él volvió a tomar el micrófono con una de sus manos
y entonó el trágico estribillo que terminó de enmudecer la sala. Miró a todas
partes donde había audiencia, podía ver rostros enjugados en lágrimas, rostros
serios concentrados e incluso ojos cerrados en las primeras filas. Él también
cerró los ojos mientras su voz llenaba el lugar, la sensación era increíble
así.
Finalizó la canción dejando que su voz se explayara
sin ayuda de instrumento alguno. Era consciente que era admirado por la potente
fuerza de su voz y no decepcionaría a aquellos que allí le escuchaban.
Los aplausos no se hicieron esperar. Empezaron más
rezagados hasta que se convirtió en un estruendo uniforme y perfectamente
acorde. Él sonrió y las lanzó un gran beso al aire mientras trataba de
recuperarse de la emoción.
Aquella canción era su gran éxito, el motivo de su
reconocimiento musical y fama. Pero por otro lado, era una canción que le
provocaba un profundo pesar y deseaba cada día que se levantaba nunca haberla
escrito.
Notó cómo
volvía a sentir aquel ardor característico en los ojos que precedían a las
lágrimas. Aquellas lágrimas nunca eran de emoción como otras veces, eran de
simple y profunda desazón.
Lanzó un besó
al aire mientras pensaba en ella, la mujer más importante de su vida y
protagonista de aquella trágica canción: su madre.
Todas aquellas
personas conocían la nefasta muerte de su madre, intentando salvarle de morir
ahogado por un fuerte temporal en el mar. Pero nadie sabía nada acerca de lo
que vivió a partir de ese momento, lo que él sufrió y en cómo le convirtió en
la persona introvertida y paranoica que era.
Por eso, esa
canción era para ella. “Anastasia bajo el agua”, su canción maldita, era el
reflejo de todo el amor y la nostalgia que sentía cuando pensaba en ella y su
cariño.
- —¡Muchas
gracias, Londres! Nos veremos dentro de quinientos años ¡Buenas noches!
Con su típica
frase de despedida, provocando un gran revuelo entre el público, se marchó
mientras lanzaba su camiseta al vacío y un largo beso que conmocionó a todos,
dejando al resto de su banda despedirse con el habitual elenco de solos instrumentales
que siempre regalaban a sus seguidores como traca final.
FIN. Ha sido realmente
todo un reto escribir sobre este título. Desde el principio me pareció el
título de una canción por esa forma tan escueta y extraña que tiene, así que
opté por seguir ese camino. Me ha costado sudor y lágrimas poder hacer algo que
me pareciera decente y lo que aquí publico me parece que está dentro de mis
expectativas de publicación.
Esa frase de despedida la dijo un cantante de una orquesta que tocó en mi ciudad cuando era una niña y me llamó tanto la atención que decidí introducirla en el relato. Siempre me pareció de lo más curiosa.
Espero que os haya
gustado. ¡Un besazo!